La caries dental es una enfermedad con gran impacto en la salud que en cierta medida ataca a todas las personas. Desde que se conoce el origen de la caries se ha observado que si se toman algunas medidas se puede evitar. Las medidas son lavarse los dientes, comer alimentos bajos en azúcares y tomar tópicamente y sistemáticamente el fluoro.
En el agua de las fuentes, los fluoruros están presentes de forma espontánea, pero disueltos a diferentes concentraciones (desde la mínima hasta la menos saludable). A principios de este siglo se observó que en grupos demográficos, culturales y alimenticios iguales, la incidencia de la caries era diferente. Se encontró un factor protector: el fluoro.
En las investigaciones llevadas a cabo en los últimos 50 años, se ha observado que la incidencia de caries en los dientes temporales y permanentes es menor si el agua potable tiene entre 0,7 y 0,2 litros de fluor por millón. Existen diferentes formas de captación, pero todas ellas son fluoraciones de agua potable, con la mejor relación coste/beneficio, sobre todo porque garantizan la protección de toda la población.
El fluoro no sólo endurece el esmalte de los dientes. También ayuda a curar los daños iniciales de la caries. Por eso, tomar el fluoro en la infancia tiene el mismo efecto que hacerlo durante toda la vida. Es decir, a pesar de que la infancia es la que más apoyos ofrece, también tiene ventajas para los dientes de adultos.
La aplicación frecuente de fluoros locales (en boca) mediante saliva es más efectiva que la administración ocasional de altas dosis. Los vecinos que beben aguas fluoradas, a pesar de tener los mismos esmaltes desmineralizados que el resto, tienen menos orificios dentales. Según diferentes estudios, la fluoración de las aguas retrasa el desarrollo del orificio de caries en un 50%.
Desde que en 1945 la población estadounidense de Grand Rapids añadió fluoros al agua potable pública, varios países, sobre todo los más industrializados, han seguido el mismo camino. En la actualidad, entre otros, el 51% de la población de los EEUU bebe agua artificialmente fluorada, el 50% en Nueva Zelanda, el 50% en Australia, el 70% en Irlanda y el 100% en Hong Kong y Singapur.
La artificial de los últimos 40 años y su fluoración natural garantizan la seguridad de la fluoración. La fluoración, cuando se recoge de forma proporcional a una parte por millón, no produce daños conocidos en la salud (ni en el medio ambiente).
La adopción de estas medidas relativas a la salud pública, según el conocimiento científico que poseemos, supondría una reducción del sufrimiento y de los daños humanos que superarían los posibles daños o pérdidas económicas que pudieran derivarse.
En la Comunidad Autónoma el número de fluoros de agua potable es inferior a 0,2 partes por millón de media y la profilaxis de la caries debería ser de 1 parte por millón.