En Estados Unidos, bioingenieros de la Universidad de Buffalo y del Hospital Shriners Burns (Boston) han utilizado la proteína KGF (siglas de Keratinocyte Growth Factor) para fabricar una piel artificial que ayude a curar las heridas más rápidamente. Esta proteína provoca la proliferación de células de la piel natural. La base del tejido resultante es una membrana formada por una red molecular. Las células de la epidermis se adaptan fácilmente a esta red y respetan la composición y topografía de su piel.
Además, a diferencia de las superficies artificiales fabricadas con gel de colágeno, esta nueva piel presenta una gran estabilidad mecánica y es fácilmente manipulable. Sin embargo, lo más importante es el apoyo que ofrece. Evita la deshidratación y protege la piel contra los organismos patógenos.