En otoño, las hojas de los árboles pierden la clorofila y aparecen los colores que hasta entonces han estado ocultos: rojo, amarillo, morado, etc. De hecho, los árboles, además de la clorofila, contienen otros compuestos para poder realizar el proceso de fotosíntesis, que son los que vemos al final de la vida de las hojas.
Pero para los biólogos Sam Brown y William Hamilton de la Universidad de Oxford, el cambio de color significa algo más. Creen que los colores vivos son indicadores de la salud del árbol, una estrategia para ahuyentar los piojos vegetales. Gracias a los vivos colores, los árboles empujan a los piojos vegetales a invernar y a elegir otros árboles más vulnerables a la reproducción.