Un chip convencional de unos 2 g de peso supone 1,6 kg de combustible fósil, 72 g de materia química y 32 kg de agua. O lo que es lo mismo, al hacer un chip se consume 600 veces más material que el que pesa. Para construir un coche sólo se necesita el doble de combustible que el peso del coche. Está claro, por tanto, que los chips no son nada beneficiosos para el medio ambiente.