El tigre se ocultó en los años 40 de la isla indonesia de Bali y en los 80 de la isla Java. Ahora parece que el turno ha llegado al de Siberia. De hecho, ya son menos de doscientos.
En una época se sorprendía por sus maravillosas propiedades curativas, pero ahora se ve amenazada por otra moda, ya que los nuevos ricos rusos buscan las pieles del tigre para engalanar sus casas. Esta tendencia lleva a los desempleados del Extremo Oriente de Siberia a cazar tigres, aunque como castigo hay que pagar grandes multas y acudir a la cárcel por tres años.
Amba es un grupo ecologista que quiere sustituir a las autoridades en labores de conservación porque no puede controlar territorios tan amplios de Siberia.