Destructores extraterrestres

A nuestra vista en julio de 1994 la cometa Shoemaker-Levy 9 cayó en Júpiter. Observar un choque tan terrible puede llevar a los seres humanos a preguntarnos si podemos sufrir colisiones similares y, en consecuencia, si se pueden producir daños terribles o destruir nuestra especie. Este tipo de eventos también resucitan el tema del gradualismo versus catastrofismo entre los geólogos. La respuesta puede estar en la historia geológica y en la astronomía.

Si nos fijamos en la luna cualquier noche limpia, veremos cráteres de impacto de asteroides, cometas y meteoritos saltados en ella. Como en la Luna, muchos bólidos han golpeado también contra nuestra Tierra, aunque casi todos los cráteres y restos han sido trepados o recubiertos. La mayor parte de este tipo de choques e impactos se produjeron durante la infancia del Sistema Solar, pero el cometa Shoemaker-Levy 9 nos mostró que todavía se producen grandes choques, coincidiendo con el suicidio de Júpiter. La atmósfera de la Tierra nos da una gran protección de los bólidos más pequeños que caen con frecuencia, que se queman dando estrellas fugaces al entrar en la atmósfera. Por el contrario, los que son demasiado grandes para quemarse en su totalidad llegan hasta la superficie terrestre liberando una enorme energía mediante impactos o explosiones.

Por ejemplo, en 1908, tras una larga distancia a la atmósfera, un meteorito estalló a 6-10 kilómetros de altitud en Túnez de Siberia. Esta explosión tuvo la fuerza de una bomba atómica de 15 megatones que provocó la caída o quema de 60 millones de árboles. Se calcula que si Nueva York explotó, un millón de personas podían morir. Parece ser que con pocos siglos se producen sucesos similares, con mucha frecuencia. Es más, si en lugar de que se produjera a principios de este siglo se produjera 50 años más tarde, podría estallar la tercera guerra mundial, ya que los soviéticos podían considerar la explosión del meteorito como una de las puertas de los americanos.

Los impactos severos suelen producirse con alta frecuencia geológica. Así, en las rocas que van desde el comienzo del Cretácico hasta la actualidad, en los últimos 140 millones de años, se conocen cerca de 30 cráteres de impacto de diámetro superior a 5 km, y creo que en los próximos años se encontrarán cientos más. Es más, en la historia geológica cada vez son más los datos que los relacionan con el impacto de algunas destrucciones biológicas bólidas. Sirva como ejemplo el cráter de impacto Chicxulub al final del Cretácico. Este cráter subterráneo de Yukatán tiene 180 km de diámetro y, según algunos, los dinosaurios y amonites que fueron destruidos como consecuencia de los cambios físico-químicos que sufrieron la atmósfera y la superficie de toda la Tierra.

Todavía hoy en día hay unos 2.000 bólidos de más de un kilómetro que pueden cruzarse en la órbita de nuestro planeta. Por ejemplo, recientemente se ha estimado que el 14 de agosto del 2126 el cometa P/Swift-Tuttle puede chocar con la Tierra. Por supuesto, los cálculos no aseguran que se produzca el choque, sino que la probabilidad de que se produzca es bastante elevada. Este cometa no para de asustar polvo y residuos en su viaje, ensuciando su trayectoria. La Tierra atraviesa este recorrido todos los años el 11 de agosto y la entrada de residuos en nuestra atmósfera provoca las famosas chubascos de estrellas fugaces.

Como ya se ha mencionado anteriormente, los impactos de meteoritos, asteroides y cometas pueden afectar profundamente a la biosfera y, en opinión de algunos, provocar la extinción de especies. Estas colisiones pueden suponer un riesgo para nuestra especie, ya que pueden provocar nuestra destrucción. Por un lado, para prever posibles choques y, por otro, para poder tomar medidas para evitarlos, es necesario realizar estudios y observaciones astronómicas concretas.

Entre las medidas se ha propuesto la utilización de potentes explosivos nucleares en entornos militares para destruir o, al menos, desviar el bólido. Pero la fuerza de muchos bólidos es mayor que la de todos los explosivos del mundo, por lo que habría que tomar otras medidas. Por ello, algunos científicos proponemos reforzar la investigación espacial para poder migrar a nuevos planetas para salvar nuestra especie en un futuro próximo.

Babesleak
Eusko Jaurlaritzako Industria, Merkataritza eta Turismo Saila