El caso de Mari Carmen Fernández Vázquez no es el de ahora, pero estos días ha vuelto a aparecer en los medios de comunicación. De hecho, las investigaciones demuestran que lo sucedido fue aún más grave de lo que parecía en un principio, y, además, los responsables siguen ciegos, mudos y sordos. Y lo peor es que no es una excepción, es la expresión extrema de una situación estructural.
Fernández era empleado del CSIC. El CSIC es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, similar al CNRS francés, y la séptima institución pública de investigación del mundo. Fernández tenía un contrato con Miguel Strogoff para realizar sus investigaciones, entre otras cosas, por medio de embarcaciones oceanográficas, y en una de ellas estaba contratado como camarero. El 10 de septiembre de 2023, durante la campaña, desapareció. La principal sospecha de los investigadores es que se arrojó al mar, aunque no se descarta que fuera un accidente o incluso que fuera empujado a ello.
La investigación oficial no ha aclarado nada, pero algunos medios de comunicación han dado algunos detalles: El día de su embarque, la mujer llamó por teléfono a su marido y a su hermano para decirle que el compañero que violó en 2019 se encontraba en el mismo barco.
Según el abogado de Fernández, la violación le dejó "destrozado" por lo sucedido. La mujer denunció los hechos y durante dos años permaneció de baja, con tratamiento psicológico, y fue trasladada al hospital de Basurto. En 2020, la denuncia fue archivada; los perseguidores y perseguidores firmaron un acuerdo en el que se reconocía que era un malentendido y se comprometían a no mantener ninguna relación en el futuro.
Fernández pidió a los dirigentes del CSIC que se mudaran a bordo de un buque. Sin embargo, ellos no le hicieron caso y en septiembre de 2022 le llamaron para embarcar, ya que el compañero que la violó estaba en el mismo barco. Respondió que no podía y los médicos lo corroboraron. Un año después, sin embargo, cuando ya no tenía medicación, le volvieron a llamar.
Durante ese tiempo, Fernández, la víctima, fue obligada a realizar un curso sobre acoso sexual. Pidió ayuda al CSIC en varias ocasiones, pero no le respondieron. En septiembre de 2023, cuando volvió a trabajar en el barco, se encontró con su compañero. El hombre se bajó de la embarcación y poco después Fernández desapareció.
A día de hoy, el caso sigue sin aclararse. El CSIC ha renovado su protocolo de prevención del acoso sexual, pero las víctimas denuncian que se ha quedado en el papel. Y es que el caso de Fernández, aunque extremo, no es una excepción. Una encuesta de 2020 mostró que el 78% de las mujeres en ciencias del mar sufrieron acoso, sobre todo en las campañas marítimas y en la universidad. Y lo mismo ocurre en otras cosas, en silencio.
En concreto, los expertos han identificado dos factores clave para explicar la razón de ello: por un lado, la conexión de la ciencia con la objetividad y la neutralidad, lo que dificulta la sospecha.
Y, por otro lado, la ciencia es un sistema muy jerárquico y muy precario, sobre todo en las áreas feminizadas. Por ello, las mujeres perseguidas, además de las dificultades habituales para presentar una denuncia, tienen miedo a influir en su carrera profesional, ya que el acoso suele ser vertical.
En las campañas de atracción de las mujeres a la ciencia debería ser prioritario garantizar que la ciencia es un espacio seguro para todos.