Cada vez son más los estudios que demuestran que los restos de medicamentos que consumimos terminan en el agua: ríos, aguas que bebemos y aguas subterráneas. El grupo de investigación de la Química Sintética e Industrial de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) ha desarrollado dos sistemas de recogida de estos restos de medicamentos para evitar que los residuos de medicamentos lleguen a las aguas subterráneas, superficiales o de consumo. Se han centrado sobre todo en los antiinflamatorios no esteroideos, ya que son utilizados no sólo en humanos sino también en veterinaria.
Para la captación y separación de estos contaminantes del agua se han utilizado hidróxidos dobles laminares, que al sumergirse en las aguas contaminadas quedan en las capas de este material. Para ello han desarrollado una metodología basada en la economía circular. De hecho, los hidróxidos han sido generados mediante la utilización de escorias salinas (residuo industrial del reciclado de aluminio). De este modo, un residuo peligroso y aparentemente inservible ha conseguido una aplicación ambiental. En este material quedan asociados los contaminantes del agua.
Se han investigado dos formas de reducir la presencia de contaminantes en el agua: por un lado, los procesos de adsorción, en los que los medicamentos se separan del agua mediante interacciones químicas y físicas, al quedar adheridos a la superficie laminar de doble hidróxido, y por otro, los procesos fotocatalíticos. En estas últimas, los hidróxidos dobles laminares cambian de titanio y hierro y, con la ayuda de la energía suministrada por la luz ultravioleta, actúan como catalizadores para degradar nuevos contaminantes. Según los investigadores, se ha demostrado que el aluminio presente en los residuos peligrosos puede convertirse en un producto de valor añadido y ser utilizado en procesos de tratamiento de aguas contaminadas. Además, destacan la ventaja de que el residuo deja de ser peligroso tras su limpieza y extracción de aluminio.