El estudio del arte rupestre del periodo Madeleine (hace 18.500 a 13.500 mil años) en las cuevas de Euskal Herria mediante la combinación de métodos computacionales ha permitido diferenciar las imágenes en función de sus características espaciales e iconográficas, llegando a la conclusión de que pueden dividirse en cuatro grupos. Los resultados han sido publicados en la revista científica Archaeological and Anthropological Sciences y el primer autor es Iñaki Intxaurbe Alberdi.
De hecho, está realizando su tesis doctoral en la UPV/EHU Intxaurbe bajo la dirección de Diego Garate Maidagan (UNICAN) y Martin Arriolabengoa Zubizarreta (UPV/EHU). Intxaurb ha reconocido que el resultado ha sido sorprendido porque no creía que encontraran un modelo de clasificación de imágenes.
Para ello, han combinado métodos computacionales como la tecnología 3D, los sistemas de información geográfica y la estadística multivariante. Así han comprobado que se dividen en cuatro grupos.
En cuanto a la función de las imágenes, Intxaurbe explica que dos grupos parecen antagónicos. A veces se cuidó la puesta en escena, es decir, se hicieron para ser vistos. En otras, sin embargo, se buscó lo contrario: están construidos en lugares ocultos y de difícil acceso, y no son fácilmente visibles.
En este sentido, los investigadores sugieren que tenían diferentes funciones. Los primeros pueden tener una función xamónica. Están realizados por adultos (en la parte superior) y probablemente estaban relacionados con los relatos, ya que se encuentran en espacios que podrían albergar grupos medianos o grandes. Los segundos parecen responder a otras razones, como los ritos de paso. Es habitual encontrarlos en zonas más cercanas a la tierra, incluso cuando había otras alternativas. Junto a ellos, se han encontrado indicios de niños o adolescentes (huellas de pies desnudos, tamaño de las rayas con los dedos, etc.) que pueden ser los autores.
Otro grupo de figuras de la época magdaleniense está formado por elementos grabados en barro y esculturas realizadas. Según Intxaurbe, sólo se encuentran en las zonas más profundas y escondidas de las cuevas, y aunque podría pensarse que quizás se han perdido las zonas más accesibles, y por eso todos los que se encuentran están en lugares difíciles, parece que no es la causa: “De hecho, después de aquel período prehistórico, por razones geológicas, también quedaron cerradas en otras cuevas (como Erberua, La Garma, Fontanet...), sólo se han encontrado en lugares escondidos. Por lo tanto, parece que fue una decisión cultural".
Por último, hay un grupo de signos abstractos. “En ellos no hemos visto una posición especial, aparecen aleatoriamente en cualquier parte de la cueva decorada. Se ha interpretado que eran signos de identidad del grupo, entonces da igual que lo hicieran a la entrada o a la profundidad, porque siempre tendrán el mismo significado”, ha explicado Intxaurbe. Además, comenta que en el futuro tienen intención de incluir más figuras de este tipo, como las que se encuentran en las cuevas de Arminxe, El Pindal o Cullalvera, para establecer inferencias estadísticas válidas.
Todas las imágenes analizadas (unas 500) proceden de las cuevas de Euskal Herria, y durante el estudio también se han encontrado nuevas imágenes, como en Santimamiñe y Ekain. También se han comparado los resultados con las imágenes de las cuevas de los Pirineos, Dordoña y Cantábrico, y Intxaurbe ha adelantado que en el futuro tendrán más resultados.