Para combatir el problema del ozono, hace unos veinte años se prohibieron varios compuestos, entre ellos los CFCs. La prohibición ha contribuido no sólo al ozono, sino también al calentamiento de la Tierra, ya que los CFCs resisten el calor, cinco o catorce mil veces más que el dióxido de carbono y cuatrocientos veces más que el metano.
El Protocolo de Kyoto, elaborado con el objetivo de combatir el calentamiento de la Tierra, sólo tiene en cuenta las emisiones de dióxido de carbono y metano. Sin embargo, está claro que otros compuestos también influyen de manera significativa en el calentamiento global, y que también deberían tenerse en cuenta. Un representante de las Naciones Unidas ha afirmado que, a la hora de combatir el problema del ozono, habría que tener en cuenta la contribución al calentamiento de la Tierra, ya que algunos de los compuestos que sustituyen a los CFCs conservan el calor pero están autorizados a utilizarlo porque no dañan significativamente el ozono.