Tolerancia a la morfina

La morfina tiene una gran capacidad para eliminar el dolor, pero el cuerpo se acostumbra fácilmente a la primera dosis, por lo que se necesitan dosis cada vez mayores. De hecho, la morfina queda adherida a los receptores opiáceos superficiales de las neuronas y envía continuamente señales a la neurona. Por ello, si no aumenta la dosis, la neurona no responde a la señal.

El equipo de investigadores dirigido por la bióloga Jennifer Whistler de la Universidad de California, con el objetivo de estudiar la tolerancia a la morfina, entregó a las ratas el opiáceo DAMGO junto con la morfina. Posteriormente, durante siete días se les midió la sensibilidad al calor de la cola. Las ratas que se quedaron con la morfina vacía eran capaces de notar el calor para el séptimo día, mientras que las que tomaron DAMGO seguían sin sentir dolor. Al parecer, DAMGO permite que las células interioricen los receptores asociados a la morfina. De esta forma, los receptores superficiales quedan libres, por lo que no se manifiesta la tolerancia o dependencia de la morfina.

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