Al entrar en contacto con ciertos metales, las manos adquieren un particular olor a metal. Algunos químicos alemanes han investigado este olor y han llegado a la conclusión de que el olor que toman las manos no es del metal, sino del propio.
Algunos compuestos presentes en el sudor de las manos reaccionan con impurezas muy habituales en los metales, dando lugar a moléculas volátiles, organofosfinas. Estas moléculas son las responsables del olor.
Para llegar a esta conclusión, el equipo alemán contó con la ayuda de un laboratorio de Virginia. El de Virginia estaba estudiando por qué a veces el sabor a metal se nota al beber agua. En el caso del sabor del agua, la explicación fue similar, es decir, es posible que las partículas orgánicas de comida reaccionen con el óxido de agua y de ahí que el agua tome el sabor que unimos con el metal.
La adaptación al metal de ese olor o sabor que se percibe no es más que la influencia de la imaginación sensorial, algo que hacemos por asociación.