Tienen forma de tableros recubiertos de tierra y vegetación, pero son paneles biofotovoltaicos que generan energía. El Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña, diseñado por IaaC, está siendo probado en el campus que tiene en la localidad barcelonesa de Valldaura. Las bacterias que producen electricidad son las que se encuentran en la tierra. Al metabolizar los alimentos producidos por las plantas, las bacterias liberan electrones y colocando el ánodo y el cátodo en el suelo, se puede conducir a un circuito, es decir, generar y utilizar electricidad.
Aunque la base de esta batería viva parece sencilla, los investigadores deben tener en cuenta varias variables a la hora de diseñar el panel, por un lado, para que el sistema sea lo más eficiente posible y por otro lado para controlar el proceso. Así, los investigadores han comprobado que la tierra húmeda facilita la electrólisis, que los ánodos y los cátodos deben estar cerca y que la eficacia de los cátodos no depende del volumen de tierras del entorno. Por otro lado, también se ha afirmado que la forma de los cátodos favorece la acumulación de más electrones. El tipo de suelo, por el contrario, no se ve afectado ya que el número de bacterias es prácticamente similar en todos ellos.
El resultado ha sido un panel en forma de mosaico. Cada celda es una batería pequeña, de forma triangular, y las celdas están interconectadas en serie para obtener la máxima tensión posible. El equilibrio entre la eficiencia energética y el espacio que necesitan las raíces de las plantas ha establecido el tamaño y proporción de cada unidad.Esto, unido a la necesidad de regar todas las celdas por igual, ha llevado a los diseñadores a utilizar el diagrama o forma de mosaico que definió el matemático ruso Voronoi, por ser la organización más adecuada en su funcionamiento.
Los desarrolladores estiman que dos paneles biofotovoltaicos serían suficientes para encender una bombilla, ocho para poner en marcha un microondas y dieciséis para que un radiador funcione.