Entre otras cosas, los biólogos responsables de la evolución sueñan con poder explicar la variabilidad genética existente en las poblaciones naturales. Que la variabilidad esté relacionada con la complejidad del medio ambiente es una idea bastante extendida. Según esta teoría, esta variabilidad se mantendrá siempre que los ejemplares cumplan con los espacios ecológicos más adecuados para ellos. Es decir, los genes pueden “elegir” el hábitat.
En el caso de la defensa contra depredadores, se ha pretendido crear una correlación genética entre la combinación de colores y el comportamiento. Para establecer esta correlación se han realizado numerosos estudios.
En el número de la revista Nature del pasado 30 de noviembre, Edmund Brodie dio a conocer uno de ellos, el estudio de la serpiente Thamnopis ordinoides. Esta serpiente es muy polimórfica y su color es muy variable. Además, los diferentes ejemplares no se comportan de la misma manera ante el depredador. Las diferentes formas de comportamiento no son excluyentes (un ejemplar puede contener más de una de ellas), pero en cierta medida están relacionadas con el fenotipo del color.
La correlación parece tener base genética, pero no está muy clara. El Sr. Brodie pretende profundizar más en el problema.