Según los investigadores de la Universidad de Columbia, el monóxido de carbono no tiene por qué ser siempre tóxico. Como es sabido, al respirar el CO, la hemoglobina alveolar en lugar de absorber oxígeno absorbe monóxido de carbono, lo que reduce el transporte de sangre a los tejidos del cuerpo.
Los efectos son dolor de cabeza, cansancio, latidos rápidos del corazón, coma y, finalmente, muerte. Sin embargo, los científicos creen que en ocasiones el monóxido de carbono puede ser indispensable para sobrevivir, ya que ayuda a mejorar el mecanismo del cuerpo para disolver los coáculos y dilatar las venas. Cuando los ataques cardíacos se bloquean las venas, la enzima oxigenasa descompone unas moléculas llamadas hemes para obtener moléculas de CO.
El monóxido de carbono también activa la enzima guanilata ciclasa. Por último, esta enzima favorece la dilatación de las venas para que llegue a los tejidos del cuerpo la cantidad adecuada de oxígeno. A la vista de este mecanismo, los científicos están desarrollando tratamientos basados en la inhalación controlada de monóxido de carbono.