El libro, publicado por Julián Alustiza, nos la pérdida de castaños.

El libro sobre el caserío vasco, publicado en 1985 por Julián Alustiza, ilustra perfectamente la pérdida de castaños: "En alguna época había en Euskal Herria grandes castaños. (…) Pero el castaño brindaba a nuestros ancestros valientes, sobre todo para la comida. Poco a poco nos recuerda Iztueta en su «leyenda de Gipuzkoa»: «El gaztaiña no tiene ni gueón, ni laca, ni ningún otro problema, sino agarrarse de la morcota, cocerlo en el pacífico, o quemar y comer en el sartén».

(…) En los países vascos se conocían muchos tipos de castañas. Los más especiales de Gabiria:

a) La «castaña de Andra Mari» era la primera que llegaba. Muy buen comestible. Para vender en la zona de Ordizia era una madrugada. Once amas de casa se reunían contentos para luego venderlas en el mercado y corregir las cosas que se deseaban para Andra
Mari. b) «Azpeiti gaztaina». Tampoco era una excusa para este tipo de castañas: tenía un grano muy bonito, jabalcón. La mayoría de las veces se comía cocida.
d) «Castaña de Bizkaia»: el grano era muy lujo de morro. Y la castaña era dulce también para comer, aunque cocida, o asada.e) «El
maíz». Este tipo de castañas sería la que traía en nuestras comarcas el grano más grande. La gente no estaba abandonada. f) «Castaña de Elorri».
Ona hau ere.g) «Kirrimahatsa». Este tipo de
castañas tenía un grano bastante árido. Sin embargo, para comer asado en el tamboril.h) «Castaña de
cabra». También el grano más fino. Se comía siempre asado. Y su grano fue bastante árido, no quedaría aburrido en las castañas, con el fin de engordar jabalíes y otros.

(…) Sin embargo, nuestros baserritarras preferían esa castaña para la cocina. Esta castaña no significa mucho para los jóvenes de hoy. De vez en cuando comprarán en los bordes de las calles unos granos de castaña para disfrutar de la boca. A partir de ahí poco.

En un tiempo, sin embargo, la castaña abastecía a muchos vascos de la vida. Desde el mes de noviembre hasta el mes de marzo, por lo menos, nuestras cenas giraron en torno a la castaña. ¡Y qué pena!, además se nos agotaba demasiado rápido.

Por eso, lo que nos recuerda el viejo Graciano es realmente interesante: «Nuestra amandría decía que el Padre Palacios, en sus sermones, decía que las castañuelas merecen ser tratadas con ajo de oro. Que ese vientre de los campesinos es el mejor alimento y el más barato».

(…) Porque, como hemos escrito antes, durante cuatro o cinco meses nuestra ley de cena era la castaña. Antes de la sopa de huerta o de la porrusalda… La castaña después, todo lo que se quería. A veces cocidas, asadas otras veces. Los jóvenes siempre preferirán asados. Los mayores, por su parte, se adaptan mejor a las castañas cocidas. De ahí podían surgir algunos enfados en la cocina. Sin embargo, tenían una vía de reparación: Las castañas se entregarían cocidas hasta la Navidad. Y a partir de ese momento, ya que se habían empezado a ximelar, mejor asado.

(…) El viejo castaño portó enfermedades. En la zona de Navarra, sin embargo, todavía podemos encontrar buenas castañas. Pero creo que en esos aspectos se les ha creado una peor enfermedad: el hambre de dinero. Y sus viejas y crudas castañas van patas arriba… comidas por los mordiscos de la
sierra de moto.

(…) El bertsolari Uztapide lo expresó poco a poco:

En su día de Gaztaiñaana,ahora se encuentra el
asia
subiendo y terminando con la
preocupación de la
hija,es el
pesta.½

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