Lección del terremoto de Japón

Los movimientos seismáticos y la actividad tectónica están estrechamente relacionados y la actividad tectónica, aunque a distintos niveles, se da en todo el mundo. La mayor parte de los terremotos y más violentos se producen en zonas en las que las placas tectónicas se enfrentan. En las regiones volcánicas activas también son frecuentes los terremotos, siendo en la mayoría de los casos su extensión local.

En la actualidad, la mayor actividad sísmica se produce en las proximidades del Océano Pacífico, donde la placa se está moviendo rápidamente, empujando las placas circundantes. Es por ello que en muchas regiones del Este asiático y del Oeste americano se producen frecuentes terremotos violentos. Ante estos seísmos, en países ricos como EEUU y Japón tienen costosos programas de prevención de terremotos y de protección contra los terremotos. En los países pobres, sin embargo, poco se hace para prevenir los terremotos.

A pesar de las medidas adoptadas, este año de nuevo un terremoto ha causado terribles daños a Japón. El terremoto de enero ha hecho que más de 5.000 personas hayan perdido la vida y más de 300.000 han perdido la casa. A pesar de que Japón se encuentra en una región de alto riesgo sísmico, el terremoto de enero sorprendió a los habitantes de la zona de Kobe por muchos motivos. Por un lado, en Kobe hace muchos años no se producían grandes terremotos y, por otro, otras regiones japonesas, como la zona de Tokio, se consideran más peligrosas. Sólo hay fallas secundarias de las cuevas y en una de ellas surgió el terremoto de enero, alcanzando un valor de 6,9 en la escala de Richter. Fue muy similar, tanto geológicamente como a escala, el seísmo ocurrido un año antes en la zona californiana de Los Ángeles, pero en ello se produjeron muy pocos muertos, a pesar de los graves daños económicos.

Para reducir las consecuencias de los seísmos en Japón hace unos 30 años se puso en marcha un programa de natación anticipada de terremotos. Este programa se centra sobre todo en la seismología, pero hasta el momento ha dado muy pocos resultados. Ahora bien, gracias a las investigaciones llevadas a cabo en el marco de este programa se han realizado también interesantes hallazgos geológicos, como el de la doble región seismática de la zona de subducción costera japonesa.

Por otra parte, el Gobierno emitió en 1980 medidas de protección contra los terremotos. Así, estableció normas especiales para las nuevas construcciones y articuló programas de formación al público. Gracias a estas normas, algunas de las nuevas construcciones de Kobe no cayeron al suelo en el terremoto de enero, salvando así las vidas. Pero desgraciadamente no todas estas medidas han sido suficientes.

De cara al futuro, tanto en Japón como en el resto de países, geólogos e ingenieros seguirán investigando para minimizar los daños del terremoto. Sin embargo, por factores imprevisibles en cualquier medida, los seísmos siempre causarán daños. Y no olvidemos que los terremotos pueden producirse en cualquier parte del mundo, también en Euskal Herria. Por tanto, tanto en la construcción como en nuestras actividades cotidianas, deberíamos tener en cuenta que nuestra Tierra está geológicamente viva.

En definitiva, el precio que se debe pagar por vivir en un planeta tectónicamente activo, tanto por los terremotos como por otros fenómenos geológicos. Otro remedio sería ir a vivir a la Luna, donde seguramente estaríamos libres de los seísmos, pero no del bombardeo de meteoritos de todos los tamaños, para los que todavía no se ha inventado un paraguas. Sin embargo, en cualquier medida, los seres humanos nunca podremos, ni dominar la Naturaleza de nuestra Tierra ni de otro planeta, y siempre tendremos que intentar vivir con ella en la mayor armonía posible.

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