(…) Mirando a los escarpes desnudos y a los parajes más sobrios de la actualidad, es imprescindible sentir un punto de tristeza al pensar en aquellos hermosos bosques de castaños del País Vasco de antaño.
(…) En los lugares en los que antaño había hermosos bosques de castaños no quedan más que escarpes desnudos y parajes rasgados.
Sin embargo, ahí está la magnífica sección de castaños japoneses de Zudaire, como ejemplo de lo que se puede hacer si se quiere….
El castaño japonés es natural en Japón y lo encontraremos en la montaña y en la llanura. El castaño también se produce de forma espontánea en Corea y el este de China. El árbol que crece en casi todas las provincias japonesas tiene varias variedades. Trasladado a Estados Unidos hacia 1876, debido a su resistencia a Endothia parasitica, fue bien aceptado. Actualmente existen varias variedades bien adaptadas.
Según Camus, hasta 1907-1908 el castaño japonés no entró en Francia. Las primeras plantaciones se llevaron a cabo en Aubenas, Lindois y Vialler, extendiéndose posteriormente a otros territorios debido a su resistencia a la enfermedad de la tinta.
El castaño japonés que se introdujo en el País Vasco, y especialmente en el País Vasco Norte, hacia 1909, ha tenido una gran difusión, siguiendo el éxito de las primeras plantaciones de Sara y Zudaire. Este es el breve histórico de castañas dulces que comemos en otoño:
En 1907 había dos misioneros vascos en Japón, el padre Chabagno y el padre Lizarraga. El Padre Urbain Faurie (de Loira-Garai) regresó a Yokohama tras un viaje de recogida de hierbas en la isla coreana de Quelpaert. Durante la cena se habló del fracaso de los ensayos previos para la plantación de castaños en Francia. Y el padre Faurie, además de explicar los motivos del fracaso, explicó a los dos misioneros vascos cómo solucionar el problema. Según él, la clave estaba en el exceso de actividad de germinación de las castañas y para retrasarlo, les recomendó que guardaran las castañas sumergidas durante dos meses en el barro.
Como su padre era experto en botánica Faurie, Chabagno y Lizarraga decidieron seguir este consejo. Así, cuando llegó el momento de la reunión, se compraron castañas en una propiedad cercana al poblado de Kawagoe (al oeste de Tokyo). Las castañas recogidas no se identificaron por tipo, pero a petición de ambos misioneros el productor realizó una primera selección. Los misioneros examinaron a continuación una a una todas las castañas y descartaron las defectuosas. A continuación, cada sacerdote preparó correctamente el barro y metieron todas las castañas en capas bien alineadas. Tras dos
meses de descanso, las castañas se sacaron de los barros, se lavaron bien con agua y se metieron en cajas llenas de arena del río, listas para el viaje.
El padre Chabagno envió castañas a su padre, campesino de Aldude, Baja Navarra, a principios de 1908. Las castañas se dividieron en tres partes: una se comió y otras dos se plantaron. Un tercio lo cultivó su padre, siguiendo los procedimientos habituales y el otro tercio lo cultivó su hermano, siguiendo los consejos de un profesor de agricultura de Pau. Todas las castañas se germinaron bien, ya que la diferencia entre los métodos de cultivo científicos o convencionales no era grande. Un vecino de Aldude se interesó por estos árboles y creó un semillero que abriría el castaño a ambos lados de los límites.
En la misma época, el padre Lizarraga envió al señor Broussain una nueva gama de castañas al entonces juez de Hazparn. El Auzapeza repartió castañas entre varias personas y el resultado fue un buen número de árboles en Hazparn.
Meses después el padre Lizarraga envió más castañas, pero hasta marzo de 1912 no llegaron a Zuraide. Afortunadamente las castañas no se deterioraron en el camino. Las cajas contaban con 4.000 castañas. La emisión costó 1.000 libras, una cantidad importante en aquella época. La mayoría de ellas se plantaron en el propio Zudaire y la germinación fue perfecta. Tres años después, un centenar de jóvenes árboles se trasladaron a Sara y allí también crecieron bien.
Los frutos de estos primeros árboles abrieron año tras año el castaño en los rincones de Euskal Herria. Y no un solo tipo de castaño. Si las castañas iniciales ya eran mezclas de distintas especies japonesas, ésta dio variedades diferentes en Euskal Herria.