Elhuyar Fundazioa
Biólogo norteamericano nacido hace cien años en Nueva York el 21 de diciembre de 1980. Estudió en el barrio del Bronx en el colegio Morris, donde creó un club de ciencias.
En 1907 acude a la Universidad de Columbia con la ayuda de una beca y allí realiza sus estudios hasta obtener el doctorado en 1916. En 1911, bajo la dirección de Thomas Morgan, comenzó a estudiar la genética de la mosca de frutas. Tuvo la oportunidad de ver cómo se formaban las mutaciones en la mosca, pero Muller quería acelerar las mutaciones. No le parecía bien que el biólogo tuviera que esperar mucho tiempo.
Cuando Muller empezó a investigar a su manera, buscaba métodos para acelerar la generación de mutaciones. En 1919, por ejemplo, observó que al aumentar la temperatura aumentaban las mutaciones. Más tarde descubrió que no era el resultado de la excitación general de los genes. Y es que siempre sólo aparecía un gen atacado, mientras que el gen que estaba en el otro cromosoma de la pareja se mantenía normalmente. Por eso Muller, empujado por el calor, pensó que los cambios se producían a nivel molecular o interno de la molécula.
Se le ocurrió utilizar rayos X para acelerar las mutaciones. Eran más violentos que el calor normal y, dirigiendo el rayo hacia un cromosoma, sólo afectarían a un punto concreto. En 1926 se dio cuenta de que funcionaba correctamente, ya que los rayos X reproducían mucho las mutaciones.
Aquel fenómeno tenía sus ventajas. Por un lado, con muchas mutaciones, los biólogos podían disponer de material suficiente para analizarlas sin esperar mucho tiempo. Por otro lado, demostraba que no había nada espiritual que influyera en las mutaciones, ya que el biólogo tenía la posibilidad de iniciar la mutación. Más tarde, el botánico Albert Blakle demostró que, además de las radiaciones, las sustancias químicas convencionales eran capaces de iniciar mutaciones.
En la depresión norteamericana, Muller sufrió una crisis y llegó a Europa. Trabajó en Berlín y en la Unión Soviética, pero fue de la Unión Soviética porque no se ajustaba genéticamente a las ideas de Lysenko.
Muller descubrió en sus investigaciones que la mayoría de las mutaciones eran perjudiciales. Sólo mutaciones útiles o ventajosas favorecían la evolución y las perjudiciales tendían a destruirse. Por lo tanto, si la evolución tiene que seguir, no es posible tener muchas mutaciones nocivas. De lo contrario, aparecería demasiados individuos defectuosos para que la especie continúe.
Muller trabajó mucho sobre la innecesariedad de los rayos X en el diagnóstico y la terapia médica. Sabía que con dosis excesivas de rayos X se producía cáncer. Para Muller el cáncer era un tipo de mutación por el que la célula normal podría convertirse en una célula cancerígena.
A pesar de ello, Muller deseaba comprobar que las gónadas estaban sometidas a mutaciones positivas por exposición a rayos X, tanto en condiciones médicas como industriales.
A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, Muller trabajó mucho para reivindicar el peligro de las mutaciones que provocaba la radiactividad como consecuencia de los ensayos nucleares. Las mutaciones por radiactividad son más frecuentes y Muller veía claramente los daños que puede causar en la humanidad.
Por otro lado, Muller, al igual que antes Francis Galton, abogó por tomar medidas eugenésicas para mejorar la salud genética de la humanidad, es decir, por aplicar las leyes genéticas de la herencia en los seres humanos. Defendió la idea teórica de crear bancos de esperma para conservar genios.
No obstante, este tema ha sido y es bastante peligroso. Desgraciadamente, los defensores más entusiastas de la eugenesia normalmente no son científicos y utilizan el lenguaje científico para conseguir sus objetivos raciales.
Muller volvió de Europa a Norteamérica, donde le dieron la cátedra en la universidad de Indiana. En 1946 obtuvo el Premio Nobel de Medicina. Murió en Indianápolis el 5 de abril de 1967.