Es conocido que muchos depredadores mueren envenenados por comer animales muertos por munición de plomo. Investigadores de la Universidad de Cambridge se han centrado en las aves y han demostrado que, teniendo en cuenta sólo diez especies, se han perdido 55.000 en Europa por este motivo.
La investigación, publicada en la revista Science of The Total Environment, ha puesto de manifiesto la gravedad del problema en las grandes aves rapaces. De hecho, viven durante muchos años, tienen pocas crías al año y maduran más tarde que las aves pequeñas, como los águilas.
Midiendo los niveles de plomo de los hígados de las aves rapaces encontrados muertos en 12 países europeos, se obtiene una reducción del 6% para todas las especies. Además, han elaborado un ranking por especies. Así, el águila marina rabera (Haliaeetus albicilla) es la más afectada, ya que su población es un 14,4% menor que si el plomo no moriera envenenado. Le siguen el águila real (Aquila chrysaetos) con una pérdida del 13,2% y el buitre leonado (Gyps fulvus) con un 12,1%.
Entre ellos se encuentran el azor común (Accipiter gentilis) con un 6%, el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) con un 4% y el milano real (Milvus milvus) y el aguilucho ceniciento (Circus aeruginosus) con una reducción del 3%.
Sin embargo, en algunas especies, aunque los porcentajes no sean tan elevados, las pérdidas son muy elevadas. Un ejemplo de ello es el bastoncillo (Buteo buteo), cuya reducción es del 1,5%, pero que como está muy extendida supone una disminución total de 22.000 adultos.
En la Unión Europea y en el Reino Unido se está estudiando prohibir la munición de plomo, pero los cazadores no están de acuerdo. De momento, sólo dos países han prohibido los perdigones de plomo: Dinamarca y Holanda. El autor principal del estudio señala que no hay otra alternativa que detener la reducción de las aves rapaces, sino que hay que tomar decisiones firmes y establecer normas estrictas para proteger a los predadores, impidiendo el deterioro del medio y el envenenamiento.