Investigadores del Servicio de Gelogía del gobierno estadounidense han realizado un estudio de los terremotos ocurridos en la Cuenca de Raton, entre Colorado y Nuevo México, y han llegado a la conclusión de que los terremotos provocados desde 2001 son las aguas residuales de la fractura hidráulica. Estas aguas residuales son inyectadas en pozos subterráneos y, según los investigadores, existe una clara relación entre esta actividad y el aumento del terremoto en la cuenca.
La extracción de metano por fractura hidráulica en la Cuenca de Raton comenzó en 1994. Comenzó en la zona de Colorado, al norte de la cuenca, extendiéndose su explotación a la zona de Nuevo México en 1999. Desde entonces, la actividad sísmica de la Cuenca de Raton se ha multiplicado por 40. Según datos recogidos por los investigadores del Servicio de Geología del gobierno estadounidense, el único terremoto fue mayor que el de magnitud 3,8 entre 1972 y 2001. En el periodo 2001-2013, 16, de los cuales dos son de magnitud superior a 5. Según los investigadores, la probabilidad de que un cambio en la frecuencia de un terremoto de estas características sea aleatorio es del 3% (se han estudiado terremotos de magnitud superior a 3,8).
Los geólogos han comparado los registros de terremotos e inyecciones de agua y han encontrado una correlación fuerte entre ambos. Por un lado, los datos muestran que la zona era sismicamente estable antes del inicio de la extracción de gas y que la frecuencia de los terremotos se ha incrementado con la actividad industrial. No sólo eso, sino que también se ha modificado la distribución geográfica de los terremotos, desplazándose de la periferia de la cuenca al centro, justo en la zona donde se encuentran los pozos de aguas residuales.
Por otro lado, los investigadores han comprobado que los terremotos aumentan a medida que aumenta el volumen de agua inyectada. En la zona de Colorado de la cuenca, por ejemplo, en el año 2001 se duplicó el volumen de agua inyectada, de 500.000 barriles al mes en 2000, a 1,2 millones de barriles en septiembre de 2001. Desde entonces los terremotos han proliferado allí, siendo los primeros ocurridos en la zona de nuevos pozos. Durante todo el periodo analizado, los investigadores han comprobado que el aumento del volumen de agua inyectada coincide con el aumento de los terremotos.
Los resultados de la investigación, publicados en el boletín Asociación Americana de Seismología, señalan en su artículo que “a pesar de la dificultad de asociar un determinado terremoto a una determinada inyección de agua, son varias las razones que explican que esta secuencia de terremotos ha sido inducida por la inyección de aguas residuales”.