La muerte súbita que puede producirse por causa del ayuno largo no es consecuencia directa de la pérdida de peso, sino de la desaparición de proteínas tisulares. Una dieta adecuada debería tomar como fuente de energía únicamente las grasas ya acumuladas (y no las proteínas). En ayunas se gastan principalmente grasas, pero también se pierden proteínas. Las dietas bajas en calorías que aseguren la ingesta de proteínas líquidas tampoco pueden evitar el riesgo de muerte súbita. Parece que la desaparición de las proteínas necesarias, como las que tiene el corazón, no puede ser descartada. Algunos animales, como los pingüinos, pueden realizar largos ayuno sin efectos aparentes. ¿Cómo lo consiguen?
Un equipo de investigadores del CNRS de Strasburgo ha estudiado los pingüinos y ha descubierto que estas aves empiezan a comer de nuevo a partir de un momento. Parece ser que el cuerpo les da una especie de señal que les empuja a comer antes de superar el peligroso límite de desaparición de reservas. En el hombre obeso no se ha visto y puede estar relacionado con la necesidad de gastar más proteínas al final del ayuno. Este mayor gasto se produce antes de que las grasas desaparezcan por completo. Y es que en el caso de los pingüinos, cuando se reanuda la comida, el animal todavía tiene el 20% de las grasas iniciales.
¿Cómo aplicar esto a los seres humanos? Si se pudiese estimar el importe de las reservas iniciales de grasa y de la cantidad eliminada en la dieta, la ayuno podría interrumpirse antes de que se produjera jera.