Los taxonomistas han dado un paso importante en la clasificación de las plantas: han conseguido clasificar una planta con flores gigantes a los doscientos años de su descubrimiento.
La planta tenía nombre científico, Rafflesia arnoldii, y no es la única planta con flores gigantes. Sin embargo, los biólogos no sabían en qué familia debían clasificar, es decir, qué otras plantas son las más cercanas en evolución.
Los métodos utilizados para averiguarlo no han servido. Por un lado, no han podido realizar el estudio morfológico habitual, ya que la planta no tiene tallos ni hojas. No lo tiene porque la planta es parásita y se alimenta mediante hongos microscópicos. Por otro lado, el estudio de ADN utilizado para la clasificación de especies tampoco ha dado buenos resultados. Normalmente se utiliza el ADN de los cloroplastos para clasificar las plantas, pero siendo parásito ha perdido estos genes.
Finalmente, los biólogos han tenido que utilizar el ADN mitocondrial para clasificar la planta. Ha sido un gran trabajo, ya que han tenido que estudiar el ADN de las mitocondrias de otras muchas plantas para poder comparar especies, y han tenido que analizar más de cien especies en total.