Como una mala novela de ciencia ficción, en la actualidad la ingeniería genética puede estudiar el código genético de los seres vivos y manipularlo en el laboratorio. El rápido avance de la tecnología ha abierto las puertas a la posibilidad de que el ser cambie genéticamente con fines comerciales, ¿qué creías? En consecuencia, se ha mostrado interés por patentar seres y elementos que se encuentran en la naturaleza, especialmente por parte de empresas multinacionales.
Para que comprendamos mejor todo esto, ponemos un ejemplo del árbol neem que se encuentra en India y África. Los habitantes de la zona han conocido tradicionalmente las características, propiedades y uso de este árbol, que ha sido utilizado principalmente como anticonceptivo e insecticida. Pero recientemente W. R. La empresa estadounidense Grace ha patentado un compuesto llamado azadiractina, procedente de este árbol. La propiedad de este patrimonio natural de la India y de África es suya, por lo tanto, el derecho a la comercialización del producto.
¿Y qué es una patente? En definitiva, la patente es la fórmula de propiedad intelectual. Mediante la patente, la explotación comercial de algún producto queda en manos del propietario. A efectos legales, el derecho de explotación así obtenido se adquiere por un plazo de veinte años.
Cuando se quiere patentar cualquier cosa, se deben cumplir los requisitos que establece la ley. Entre otras cosas, lo que se quiere patentar debe ser nuevo, además de ser un uso industrial y de utilidad. Veamos de nuevo el ejemplo que hemos puesto antes. ¿En qué consiste el descubrimiento de las empresas estadounidenses? ¡Ahí está el cojo! No hay nada nuevo, porque los locales ya conocían el uso de este producto. Pero eso da igual, es una “tontería” de segundo orden, porque parece que los investigadores de la multinacional han “mejorado” el producto. ¡Qué rápido son los capitalistas!
Con este tipo de argumentos, cualquier empresa puede hacerse con los elementos que encontramos en la naturaleza de un día para otro, ya que es fácil reinventar algo que está inventado. Sin duda, esta práctica va en contra de los derechos de los pueblos y de los animales, además de ser un robo vergonzoso, claro. Además, se opone directamente a la obligación de proteger y cuidar a los animales, ya que esta política de patentes considera a estos seres como objetos.
Ante esto, en Europa se está organizando una gran cantidad de grupos críticos, algunos de ellos creados a la sombra del movimiento ecologista, pero también de otro tipo de militancia: feministas, sindicatos campesinos, asociaciones solidarias, grupos de izquierdas... En España también se ha creado la Red para la Lucha contra las Patentes sobre Vida y el Control de la Ingeniería Genética; en Euskal Herria aún no tenemos grupo de este tipo, pero el sindicato EHNE es miembro de la citada red y otros grupos (Eguzki, Ekik, Plataforma Erreka, etc.) han mostrado su preocupación por esta práctica.
Desgraciadamente, los vascos tenemos que tomarlo tranquilo, porque entre nosotros la biodiversidad y la riqueza de la naturaleza es bastante escasa y gracias a la clase política que tenemos, en pocos años será más escaso. En cualquier caso, ponerse en contra de los nuevos ladrones de multinacionales no es malo, a ver si no nos roban nada. Ellos son rápidos, claro, pero no podrán decir que los vascos somos de ayer por la mañana.