Uno de los problemas ambientales más graves de la actualidad es el de los residuos. Las basuras que se generan en nuestros procesos productivos y consumos superan la capacidad de renovación del ecosistema. De hecho, la generación de basuras es una tarea natural que en siglos anteriores se ha integrado en el zinc de la materia, es decir, la naturaleza ha reciclado manteniendo un equilibrio ecológico.
¿Qué ha ocurrido para superar la capacidad de renovación? En primer lugar, la población ha crecido enormemente, concentrándose la mayor parte en las ciudades. La otra respuesta a esta pregunta puede estar en el aumento del consumo y en la escasa concienciación de la población sobre el medio ambiente, ya que se prefiere más cantidad que calidad de vida. Por último, el aumento de la producción y la modificación de los tipos de productos (los actuales duran menos, están basados en procesos químicos complexos, tienen menos biodegradabilidad, tienen envases que no se devuelven, etc.) tienen mucho que ver con el problema de las basuras. Por tanto, el problema de las basuras que hemos generado es consecuencia de la sociedad en la que vivimos, es decir, tiene que ver con el tipo de producción y con el modo de vida. Por ello, la respuesta al problema no se basa únicamente en la técnica, sería un reduccionismo, los modelos de desarrollo y consumo también tienen que ver.
A pesar de que el problema está en el modelo social y en la política, hay que encontrar soluciones intermedias para resolverlo. La basura que se genera anualmente en Bizkaia es suficiente para llenar San Mamés 6 veces, mientras que la de Gipuzkoa llenaría Anoeta 2 veces. Y todo esto sólo en el caso de las basuras domésticas, que sólo suponen el 7% de las mismas.
El problema de las basuras no es irreparable, hay que buscar nuevas vías y llevar a cabo diferentes experiencias. Las soluciones no deben basarse en hacer frente a lo creado, ya que la política ambiental no debe aplicarse al final de tubo. En nuestro país no se ha buscado tratamiento hasta ahora, sólo se ha realizado la acumulación. Pero la época de la acumulación es la del pasado, ya que la escasez de tierras en el País Vasco, la especulación y los problemas ambientales (lisivización, contaminación...) han cerrado este camino.
La sociedad está discutiendo en estos momentos la necesidad de quemar o recuperar las basuras. La solución que desde las administraciones se está impulsando es la demolición. La justificación de este macroproyecto se basa en una contaminación incontrolable de nuestra economía. Esa es la filosofía de Zabalgarbi y Zergarbi. La extensión de la contaminación que genera la basura a otras zonas (dispersión del residuo tóxico generado al cielo o a la atmósfera, a los ríos, etc.) nunca es una solución al problema sino una transición. Dejando a un lado los problemas de salud y bioacumulación, podemos poner muchas objeciones a los datos aportados de los impulsores del proyecto.
Algunos datos que se extraen a la hora de realizar una supervisión ágil. Desde el punto de vista energético son mucho más eficientes que los disipadores de metano (20% de eficiencia) de la planta de extracción del vertedero de Artigas en Bizkaia. Reciclar el papel tan necesario para la extracción es cinco veces más eficiente energéticamente que fumar, según la Universidad de Queen. Si lo comparamos con la experiencia de tratamiento de basuras de la Mancomunidad de Sasieta de Gipuzkoa, el mantenimiento de Sasieta, donde la mayor parte de la basura se acumula y se recicla un poco, es el doble de caro. Pero el problema principal puede ser ético porque no va a la raíz. Teniendo en cuenta la escasez de recursos en el planeta, hay que recordar la quema de recursos a través de la extracción. En resumen, el proyecto de demolición es un proyecto inmovilista, ya que no cumple con lo dicho en Río de Janeiro (cambio de hábitos, disminución de la contaminación) y no es rentable económicamente.
Fumar no permite una política ambiental sostenible, ni desde el punto de vista de las basuras, ni desde la sociedad.
Otra opción puede ser la gestión racional. Pero para ello es necesario cambiar la conciencia de ciudadanía y materializar el cambio de paradigma que conlleva. La mejor manera no es hacer una buena gestión, sino no generar basura. Por lo tanto, el principio general no debe ser gestionar lo creado, sino no generar basura. Por lo tanto, hay que trabajar en la creación de menos. Esto se llama ecologización de la basura y consiste en crear un medio ambiente menos basura y de mejor calidad, impulsar productos retornables y castigar a los causantes de la contaminación. Producir menos debe ser el primer objetivo de cualquier gestión de residuos. A continuación la reutilización (múltiple), la devolución, la recuperación y finalmente el reciclaje mediante la recogida selectiva.
La idea de que la basura es valiosa está aceptada desde hace tiempo, pero no se ha cumplido. Las razones son muy expresivas: no es un negocio privado, en nuestra sociedad la naturaleza no tiene precio, está en manos débiles, su rendimiento es social y no individual. Para cambiar esta evolución se necesitan decisiones políticas. Lo han hecho en Estella-Lizarra y se recicla el 70%, dale y difunde...