Antes de la implantación del embrión a las mujeres mayores de treinta y cinco años, a menudo se realiza el llamado test PGS (Preimplantation genetic screening), que consiste en retirar una célula al embrión de tres días y analizarlo genéticamente para determinar si los cromosomas son normales. Se aplica entonces un embrión sano a la mujer. Hasta el momento se ha considerado que existía una mayor posibilidad de embarazo.
Un estudio realizado a cuatrocientas mujeres revela, sin embargo, que las mujeres que han realizado un PGS han quedado menos embarazadas que las que no lo han hecho. La retirada celular puede dañar de alguna manera al embrión, por lo que, una vez en el útero, los autores consideran que tiene mayores dificultades para desarrollar embriones. Por otra parte, dicen que el hecho de que los cromosomas de esta célula sean normales no garantiza que el embrión establecido sea sano.
Los resultados de la investigación han sido publicados en una prestigiosa revista médica y presentados ante la organización europea de fecundación humana en una conferencia francesa. Sin embargo, no todos los científicos están de acuerdo con el análisis realizado y cuestionan los resultados obtenidos.