La Asociación Británica de Médicos confirma que el COVID-19 deja efectos a largo plazo. De hecho, en una encuesta realizada por esta asociación, uno de cada tres médicos señala que sus pacientes presentan síntomas que duran mucho tiempo, como la fatiga crónica, la debilidad, las dificultades para mantener la atención y la anosmia (desolfato).
El presidente de la asociación, en un artículo publicado en la revista especializada British Medical Journal (BMJ), advierte de que hay que tener en cuenta estas conclusiones y prepararse para atender adecuadamente a los pacientes. Su cuidado se suma a la época de la gripe y los resfriados.
Estudios recientes demuestran que los efectos a largo plazo del covid-19 son variados y potencialmente serios. Por ejemplo, en un estudio cardiológico realizado en Alemania a pacientes recién superados, se observó que el 78% presentaba alteraciones cardiacas y el 60% miocarditis (inflamación). La mayoría de los pacientes eran jóvenes y no tenían problemas cardíacos previos, y estas consecuencias no tenían nada que ver con la gravedad y evolución general de la enfermedad.
De hecho, en un amplio estudio publicado en la revista Nature Medicine, explicaron que el principal receptor del virus SARS-CoV-2, ACE2, se expresa no sólo en los pulmones, sino en otros muchos tejidos, lo que provoca que el virus afecte a muchos órganos: riñones, intestinos, ojos, neuronas, hígado, piel, etc. lo tanto, es una patología compleja, diversa y persistente.
Así, cada vez son más los expertos que afirman que el COVID-19 no sólo tiene dos variantes, es decir, ligero, incluso asintomático, que se supera fácilmente en casa y grave, que puede requerir tratamiento en una UCI. Es más, el epidemiólogo Nisreen Alwan pregunta en la revista BMJ: ¿Qué es exactamente COVID-19 ligero?
Según Alwan, la pandemia se ha medido tanto en muertos como en hospitalizados, pero como él, muchos de los infectados por el virus SARS-CoV-2 han pasado la enfermedad en casa y todavía no la han superado. Pero no hay datos concretos de todos ellos.
La falta de datos dificulta la adopción de medidas adecuadas para hacer frente a la pandemia. Según él, todavía se dice a la gente que la infección afecta a los mayores y a los que tienen enfermedades crónicas, y que las personas sanas no tienen ningún síntoma o casi ninguno. Esto es erróneo y pone como ejemplo un estudio realizado en Holanda. Participaron 1.600 pacientes, un 91% no ingresados y un 85% con buena salud. Después de 4 meses de infección, el 88% padecía fatiga, el 75% dificultad respiratoria, el 45% presión en el pecho, el 40% dolor de cabeza, el 36% dolores musculares y el 32% palpitaciones. Casi la mitad no era capaz de hacer deporte.
Alwan considera imprescindible conocer las posibles evoluciones de la enfermedad y determinar cuándo se da por curado al paciente: en la prueba diagnóstica no basta con negar, hay que tener en cuenta si es capaz de hacer la vida que hacía antes.
La Asociación de Médicos Generales y Familiares de España (SEMG) también ha destacado la pérdida de calidad de vida como una de las consecuencias a largo plazo y ha anunciado una evolución muy irregular.