Cuando dos lombrices parásitas viven en el mismo hostal y tienen el mismo objetivo, unen fuerzas para influir en el comportamiento del huésped, pero cuando tienen diferentes objetivos gana el más antiguo. A esta conclusión han llegado investigadores del Instituto Max Planck, en su reciente publicación en la revista Evolution.
Varios parásitos tienen capacidad para cambiar el comportamiento del hostelero a favor de sus intereses. El hongo Ophiocordyceps unilateralis, por ejemplo, se adueña de los movimientos de las hormigas: la hormiga se aleja de la colonia, escoge una hoja con las condiciones adecuadas para la cría del hongo, muerde la parte inferior de la hoja a una vena y muere en ella. El caso de la lombriz Schistocephalus solidus es menos espectacular, pero también cambia el comportamiento de unos pequeños crustáceos. Cuando la lombriz infecta un copépodo reduce su actividad hasta que crece. Luego, cuando ha crecido bastante, hace lo contrario: hace más activo el copépodo para que los peces lo vean y lo coman. De hecho, en la siguiente fase del ciclo de vida de estos parásitos, los peces son los hosteleros.
Investigadores de Max Planck han infectado copépodos Macrocyclops albidus con lombrices S. solidus en el laboratorio. Y han visto que si en un copépodo dos lombrices llegan simultáneamente a la hora de cambiar de huésped, unen fuerzas para cambiar el comportamiento del copépodo. De este modo, estos copépodos se vuelven más activos que los que tienen un solo parásito. Por el contrario, cuando uno de los parásitos es mayor que el otro y, por tanto, tienen intereses contrapuestos, el más joven no consigue influir en el comportamiento del copépodo y el más antiguo aumenta la actividad del huésped como si no estuviera joven. Y, incluso cuando se enfrenta a dos jóvenes, el mayor se impone igual.