Los vuelos de los aviones aumentan el efecto invernadero de dos maneras. Por un lado, los aviones emiten dióxido de carbono y, por otro lado, los restos blanquecinos que se generan en la parte posterior no dejan escapar del calor y, por tanto, elevan la temperatura.
A largo plazo, los investigadores del Imperial College de Londres han calculado que el daño causado por las marcas blancas es mayor que el causado por el dióxido de carbono. Y para que no surjan marcas blancas proponen volar más cerca del suelo: de 10.000 m de altitud a 7.000-9.500 m. Sin embargo, durante este tiempo los aviones necesitan más combustible y por lo tanto emiten más dióxido de carbono. Sin embargo, teniendo en cuenta todo ello, se concluye que la afección al medio ambiente se reduciría.