Soledad, hambre de relaciones

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

Publicado en Berria el 17 de abril de 2020

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Han visto que las consecuencias de la soledad son similares a las del hambre en el cerebro. - Ed.

En comparación con otros primates, nuestra especie es especialmente social, se dice que somos animales sociales. Es más, según la antropóloga evolucionista Susanne Shultz, la tendencia a formar grupos complejos y a mantener relaciones múltiples y estrechas entre ellos ha llevado a ser nuestra especie como es. Desde esta perspectiva, no es de extrañar que a muchos les parezca «antinatural» el confinamiento, sobre todo si viven solos.

Muchos psicólogos han comparado con el hambre y la sed: sentir soledad es una alarma biológica; como el hambre nos impulsa a buscar agua, la soledad nos invita a relacionarnos con los demás.

El 26 de marzo, coincidiendo con la expansión de la peste por todos los continentes, se publicaron los resultados de un experimento que compara el aislamiento social con el efecto del hambre en el cerebro. El experimento se llevó a cabo en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, liderado por los neurocientíficos Livia Tomova y Rebecca Saxe, en el que participaron 40 voluntarios.

En primer lugar, se analizó el cerebro de los voluntarios mediante una técnica de dibujo por resonancia magnética (fMRI). Esta técnica es muy utilizada en este tipo de experimentos y permite visualizar la actividad de determinadas áreas del cerebro.

El experimento se dividió en dos sesiones de 10 horas cada una. En la primera sesión se les negó la comida y en la segunda las relaciones sociales. En el primero sólo podían beber agua; en el otro, además de estar físicamente aislados, no les permitieron tener teléfono ni ordenador y, aunque podían tener lecturas, en esos libros no podían aparecer personajes que pudieran dar cierta amistad.

Tras cada sesión se analizó la actividad cerebral. Se centraron en el denominado tema negro. Se trata de uno de los focos productores de dopamina, relacionado con la mente y el deseo, con importantes funciones en la retribución, el aprendizaje y las adicciones, entre otras. De hecho, en las personas dependientes la actividad de esta zona se intensifica cuando se les muestra la sustancia adictiva.

Tras la primera sesión, se mostraron a los voluntarios fotografías de los alimentos que les gustaban y las relaciones sociales que les gustaban después de la segunda. Para el control utilizaron fotografías de las flores. En ambos casos, los investigadores demostraron que la actividad del tema negro se incrementaba, pero la intensidad de la respuesta era más acusada en el caso del hambre que en el de la soledad.

Las imágenes por resonancia magnética se ajustaban a los gustos y soledades subjetivas que expresaban los voluntarios y fueron confirmadas por un programa de inteligencia artificial, capaz de predecir las respuestas.

Sin embargo, la orden de confinamiento no es un experimento voluntario y no se limita a diez horas. Además, algunos grupos son especialmente vulnerables, como los mayores.Investigadores de la Universidad Pública de Navarra que trabajan en el proyecto Percepción de la soledad de las personas mayores han comprobado que el confinamiento ha agravado el sentimiento de las personas mayores que ya estaban solas.

Al mismo tiempo, las personas mayores que se sienten mejor han desarrollado estrategias para afrontar la soledad manteniendo relaciones sociales y participando en actividades de crecimiento personal, formación, deporte o ocio. Sería conveniente que todos, de mayores a niños, pudieran desarrollar este tipo de estrategias; de lo contrario, los efectos del confinamiento serán evidentes, incluso en el cerebro.

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