Tenemos la vacuna. ¿Y ahora qué?

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

Publicado en Berria el 5 de enero de 2021

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Ed. De archivo
A pesar de que a algunos les ha despertado el recelo o el rechazo, a la mayoría les ha sorprendido, fascinado y esperanzado la vacuna del covid-19. Parece un milagro que en tan poco tiempo (apenas un año) se haya desarrollado, no una vacuna, sino varias. Ha sido un logro sin precedentes: pasaron más de cien años desde que se conoció la causa de la fiebre tifoidea hasta que se obtuvo y autorizó la vacuna; 90 en el caso de la meningitis; más de 50 en la poliomielitis; una docena en la sarampiana... Y a veces no se ha conseguido: Desde que en 1983 se identificara el VIH, el virus causante del sida, miles de laboratorios de todo el mundo han tratado de desarrollar la vacuna frente al sida sin éxito.
 
En esta ocasión, las características del propio virus, el avance de la tecnología farmacéutica, la colaboración y el esfuerzo económico global han permitido desarrollar más de una vacuna segura y eficaz durante 11 meses. Desde el punto de vista científico, es sin duda un logro enorme. Pero, a pesar de que las autoridades y los medios de comunicación parecen haber anunciado sus primeras incorporaciones, no es milagroso.
 
Inicialmente hay problemas de gestión. La primera vacuna aprobada primero en el Reino Unido y después en Europa y Estados Unidos es producida por la compañía Pfizer y no es capaz de responder a la demanda tan rápidamente como se desee. Por lo tanto, las vacunaciones se han interrumpido y retrasado en algunos lugares, entre ellos Euskal Herria. La distribución también es difícil, sobre todo porque la vacuna debe conservarse a muy baja temperatura (-70ºC). A pesar de llegar correctamente al lugar de aplicación de la vacuna, deberán disponer de medios suficientes para garantizar la correcta colocación de las dosis en el momento preciso.
 
Y ahí también han surgido las incidencias. Por un lado, en muchos lugares, desde EE.UU. hasta Euskal Herria, los servicios de salud no se han fortalecido lo suficiente y no hay suficientes enfermeras para incorporar a la gente en los plazos previstos. Por otro lado, han cambiado los planes en lugares como el Reino Unido. De hecho, se han dado cuenta de que una variante del virus que ha aparecido allí se expande rápidamente y, con la intención de frenar, han decidido que la primera de las dos dosis que deben insertarse se entregue al mayor número posible de personas. Esto provocará un retraso en la segunda dosis, que nadie sabe qué consecuencias tendrá para la efectividad de la vacuna.
 
A pesar de su eficacia inicial, su impacto será limitado. Estas vacunas previenen la enfermedad, no así la transmisión del virus. Es decir, la persona vacunada, si se infecta, no presenta síntomas graves, pero puede contagiar a los demás. Por eso hay que mantener las medidas de prevención hasta ahora: distancia física, máscara, higiene, ventilación...
 
Con todas las medidas no se podrá impedir la tercera ola de pánico. En la época en la que se estaban definiendo las medidas especiales de las fiestas (número máximo que podía unirse en el mismo espacio, movilidad interterritorial...) los epidemiólogos ya anunciaron, a pesar de su rigor, la llegada de la tercera ola. La vacuna aún no es suficiente para reducir sus efectos y, una vez más, otras medidas han quedado cortas, incluyendo la elaboración de tests, la identificación de contactos de positivos y la estrategia de aislamiento de los mismos.
 
Tenemos la vacuna. Mejores vacunas, tratamientos, tests. Pero en vano se pedirá a los científicos más de lo que pueden hacer. La ciencia puede vencer al virus, pero superar los daños de la sindemia no depende de los científicos.
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