La incorporación de rosas es una interesante labor de jardinería, pero cada vez son menos los inyectores. Con el objetivo de dar solución al problema, se ha puesto en marcha el proyecto europeo “Rosalie”, cuyo objetivo es conseguir un robot para insertar rosas.
En principio la inserción parece una operación simple. Consiste en cortar la planta y colocar en su interior el ojo de la nueva variedad. Pero el corte debe ser en T, no demasiado profundo ni demasiado superficial. El ojo también tiene que clavarse a su medida, sólo un poco.
Todas estas operaciones son cogidas por el integrador de forma visual y sencilla, pero son tareas excesivamente complicadas de hacer las máquinas y han ideado un nuevo sistema de integración para el robot.
El primer prototipo, que trabaja desde el verano de 1992, tarda cuarenta segundos en llevarse a cabo. Sin embargo, la casa francesa Pellenc & Motte, con la ayuda de Universal Plantas, ha preparado una versión autónoma del robot. Tiene tres ruedas y se parece al tractor, pero no necesita guía. Por un lado están los fregaderos con ojos y por otro lado la visión artificial y el brazo mecánico. La máquina toma la pila y la fija y pega en la planta.
La arquitectura mecánica e informática del robot se ha simplificado al máximo, estando la parte informática totalmente automatizada dentro de dos años.
Se estima que cada año se producen entre 150 y 200 millones de injertos de rosas en el mundo, siendo el momento idóneo para ello desde mediados de abril hasta mediados de junio. Además, la incorporación a la producción de rosas supone un 40% de los gastos.
En opinión de Pellenc & Motte, servirá también para introducir la mayor parte de los frutales después de haber realizado algunas adaptaciones al robot.