Detección y absorción de oxígeno en el agua. Esto es lo que tienen que hacer los animales que viven en el agua y, al estar en pequeñas cantidades, deben aprovechar al máximo el gas fundamental para la respiración. Biólogos de la Universidad de Uppsala han descubierto que esta capacidad se debe a los cambios que se producen en la sangre de estos animales.
Al filtrarse por el órgano respiratorio, los investigadores descubrieron que se producen cambios espectaculares en las células sanguíneas. Para ello, anestesiaron a una trucha y con el microscopio analizaron los fenómenos que se producen tanto en las branquias como en la sangre.
Los glóbulos rojos se comportan con gran flexibilidad y se deforman, alterando su aspecto exterior para poder captar más oxígeno. Gracias a esta deformación básica, la extensión de las células aumenta y de esta forma son capaces de detectar más gases y de permanecer más tiempo en las branquias.