Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, "el alcohol causa dependencia, cáncer y enfermedades crónicas hepáticas, accidentes (tanto de carreteras como domésticos), suicidios, violencia, criminalidad, etc. facilita e impulsa". Además de lo indicado por la OMS, sabemos que el alcohol aumenta los accidentes vasculocerebrales (sobre todo los producidos en pequeñas arterias cerebrales), aumenta las cifras de tensión arterial y provoca la degeneración del sistema nervioso central. Todos ellos son datos indiscutibles en la actualidad, al menos a la luz de los conocimientos científicos.
Pero es igual de cierto que en medida moderada el alcohol aumenta los niveles de colesterol HDL en sangre (colesterol "bueno", es decir, protector), y los derivados fenólicos del vino negro han demostrado su efecto arteriosclerótico "in vitro" e incluso "in vivo". Además, se ha comprobado que el consumo moderado de alcohol reduce la posibilidad de trombosis coronaria.
Además de estos datos obtenidos en diferentes investigaciones, el efecto clínico favorable del alcohol sobre la enfermedad coronaria ha quedado refrendado por los resultados de numerosos estudios clínicos. Tal y como indican los estudios metodológicamente realizados sin errores (cuyas conclusiones han sido publicadas en las revistas médicas más prestigiosas), los problemas coronarios (angina de pecho e infarto de miocardio) en las personas que beben el vino con moderación se reducen en un 30-40%. Y en base a este hecho se ha querido explicar por qué en un país como Francia, donde el consumo de grasas saturadas es mucho mayor que en otros territorios, el índice de cardiopatía coronaria es mucho menor de lo que teóricamente debería tener.
Por lo tanto, después de ver todo lo anterior, ¿qué decir? ¿Existe alguna contradicción entre la opinión de los expertos de la OMS y la de los cardiólogos? O dicho de otro modo, ¿el vino es bueno o malo? Sin hacer demagogía, y en general, se puede decir que el alcohol no es ni bueno ni malo en sí mismo para la salud. La única simplificación admisible es que el alcohol es bueno para la enfermedad coronaria, pero malo para otras enfermedades. Hay que decir, sin embargo, que la enfermedad coronaria tiene una especial relevancia epidemiológica en sociedades occidentales como la nuestra.
Desde el punto de vista preventivo, las recomendaciones y consejos deberían formularse de forma individual en este caso. La influencia del vino (y del alcohol en general), tanto positiva como negativa, será muy diferente si una persona padece alguna enfermedad coronaria u otra enfermedad. Así, a las personas con enfermedad coronaria demostrada y con alta probabilidad de padecer una enfermedad de este tipo, se les puede recomendar beber vino tinto con moderación, siempre que no tengan contraindicaciones específicas. Pero habría que recomendar a las personas hipertentosas (sobre todo si no consiguen un control adecuado en sus cifras), diabéticos, obesos o mujeres embarazadas que no beban ningún vino.