Una nueva impresora 3D ha creado una oreja humana y un matrallero, estructurando sus músculos, cartílagos y huesos vivos. Aún no están en condiciones de ser trasplantados, pero han superado algunas de las mayores dificultades que hasta ahora tenía la impresión de órganos humanos.
El estudio ha sido presentado por la revista Nature Biotechnology de esta semana. Hasta ahora han imprimido y trasplantado estructuras que imitaban órganos humanos con polímeros, pero siempre fabricadas en polímeros. Esta nueva investigación ha convertido ahora su principal reto en la impresión de órganos vivos humanos.
Los bioingenieros ya habían ensayado mucho, pero estaban lejos de conseguir órganos y tejidos realmente funcionales: Las impresoras 3D generaban estructuras inestables y frágiles. Además, al no poder formar vasos sanguíneos en bioestructuras fabricadas con impresoras 3D, tenían un gran límite de tamaño en cualquiera de los órganos que querían crear: la distancia de difusión del alimento y del oxígeno. Es decir, se podían crear estructuras de hasta 0,2 milímetros.
Los investigadores de esta nueva investigación han encontrado la solución a estos dos problemas: han impreso células sobre un polímero biodegradable, que resistirá con firmeza suficiente hasta que lleguen los tejidos y luego se destruirá por su cuenta. Por otro lado, también han hecho frente al límite de tamaño mediante la impresión de células en unos microcanales que han conseguido que el oxígeno y los alimentos tengan senderos que les permitan llegar hasta cualquier célula.
Las estructuras impresas han sido implantadas en ratas y los resultados han sido satisfactorios, logrando la maduración y estabilización de los tejidos y desarrollando además los vasos sanguíneos.
Según los investigadores, hay que desarrollar más esta tecnología, pero ven la posibilidad de imprimir órganos que se pueden utilizar en el implante quirúrgico, ya que la impresión puede imprimir creando un modelo informático tridimensional del tejido perdido.