Una de las mayores pretensiones de los sismólogos es predecir cuándo se producirán los terremotos.
Al igual que al empujar una pieza de dominó caen todos los que están a su lado, el movimiento de la corteza terrestre que se produce por un terremoto mueve las partes de la superficie adyacente. Los que vienen detrás son de magnitud inferior al primer terremoto y "pueden ocurrir durante varios meses hasta que se reestabilice todo el territorio", explica Arturo Apraiz, profesor de geología de la UPV y experto en tectónica.
En Lorca, por ejemplo, se han producido 50 réplicas tras el terremoto principal de magnitud 5,1. En Japón, por su parte, sólo las réplicas de más de 5 magnitudes de la escala Ritcher supusieron más de quinientos, según ha informado la Agencia de Meteorología local, hasta finales de abril. Cinco de ellas fueron de más de 7 magnitudes y setenta y cinco de más de 6. Todas ellas se consideran réplicas de la primera.
Más allá de su influencia en las siguientes partes de la corteza terrestre, durante la asamblea anual de la Asociación Sismológica de Estados Unidos, en abril --es decir, inmediatamente después de Japón- se habló de si últimamente no se ha encendido una serie de grandes terremotos. De hecho, desde 1900 sólo siete terremotos han sido superiores a los de magnitud 8,8, de los cuales tres se han producido en los últimos seis años: 2004 en Sumatra (Indonesia), 2010 en Chile y marzo anterior en Japón.
Dos investigadores de la Universidad de Texas y del Servicio de Geología de Estados Unidos (USGS) plantearon la hipótesis de que al expandir la energía liberada en un gran terremoto en la superficie de la Tierra, ¿no se producirán otros grandes terremotos en otras zonas del mundo? Concluyeron que no. Según la revista Nature Geoscience, "los grandes terremotos --de magnitud 7 - sólo tienen capacidad de producir terremotos a dos mil kilómetros de distancia. En concreto, la influencia puede llegar a una distancia de dos o tres veces la longitud del área terrestre desestabilizada por el primer terremoto".
En cualquier caso, la Tierra no necesita estar en una época de grandes terremotos para que en Indonesia, Chile y Japón se produzcan grandes terremotos. Todas estas regiones son por sí mismas un territorio geológicamente muy activo. Todas ellas se encuentran a orillas del Océano Pacífico, es decir, en el denominado anillo de fuego. Este es el nombre que recibe el hecho de que en esta ronda del Pacífico se produce la mayor actividad volcánica y sísmica de la Tierra.
En toda la orilla del océano Pacífico, las placas tectónicas se están acercando. Por un lado, la placa del Pacífico que subyace a la mayor parte del Océano Pacífico forma las zonas de subducción (intrusión), con placas de Australia-India, Filipinas, Eurasia y Norteamérica. Japón, en concreto, se encuentra entre los tres últimos. En los extremos occidentales del Océano Pacífico, por su parte, las placas Cocos y Nazca forman zonas de subducción con placas continentales de borde oceánico, es decir, placas del Caribe y Sudamérica.
En todos los casos, dado que una de las placas es suboceánica y la otra es subcontinental, y los subcontinentales son ocho veces más gruesos que los suboceánicos, son los oceánicos los que penetran bajo los continentales. Es un movimiento en el que las placas raramente avanzan y se produce un rozamiento enorme en los bordes. Pero al no interrumpir el movimiento de las placas, la tensión se va acumulando. Al igual que al tensar una goma elástica, la tensión no se puede acumular ilimitada. Y entonces, los crak, se producen fracturas y, con ello, un terremoto, ya que toda la energía acumulada se libera de forma instantánea.
"El tiempo que puede durar hasta que se libere la energía y la cantidad de tensión que puede acumular depende, entre otros factores, del tipo de material que la corteza tenga en la zona y del número de fallas que tenga --explica Apraiz -. Es decir, depende de la rigidez del cuerpo que se rompe: en general, cuanto más rígido y menos fracturas haya en el cuerpo, más tensión se acumula y, por tanto, más terremotos. Pero la superficie terrestre es muy heterogénea, por lo que es difícil saber cuántas tensiones es capaz de acumular".
En Japón, coincidiendo con el terremoto de 9ª magnitud, la tensión acumulada durante años y años provocó el desplazamiento de la isla hacia el este de dos metros y medio. Así lo anunció el satélite Envisat de la ESA. "Como la energía se ha liberado de repente, todo se ha movido de repente. Podría suceder que en lugar de un terremoto de 9ª magnitud se produjeran miles de terremotos de 6ª magnitud, y entonces se habría movido también dos metros y medio, pero poco a poco", afirma Apraiz.
Debido al continuo movimiento de las placas tectónicas, se puede esperar que los terremotos se produzcan periódicamente en un determinado territorio y que la magnitud de estos terremotos no varíe demasiado. Las predicciones de los terremotos se realizan, en la mayoría de los casos, a partir de datos históricos. En Japón, por ejemplo, no se esperaba que se produjeran tales terremotos.
Según explica el sismólogo Hiroo Kanamo, del Instituto de Tecnología de California, "en los últimos siglos se han producido terremotos de aproximadamente 8 magnitudes en esta región. Nunca hasta 9". Teniendo en cuenta que Ritcher es una escala logarítmica, pasar de 8 a 9 implica que la fuerza del terremoto sea 30 veces mayor.
El registro de sexismo japonés fue descrito por el matemático Baron Dairoku Kikuchi en el libro Recent Seismological Investigations in Japan publicado en 1904. Allí recogió que había 2.000 terremotos registrados en toda la historia de Japón y que el primero era del año 416. Sin embargo, señaló que la observación sistemática del terremoto comenzó en 1875.
Haciendo una aproximación estadística, y teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde el último terremoto, los científicos pueden conocer si la probabilidad de que se produzca un terremoto en un determinado territorio es alta o baja y la magnitud aproximada que puede tener el terremoto de que se trate. Pero "es imposible predecir cuándo se producirá un terremoto en la actualidad", explica José Luis Granja, profesor de Geofísica de la Universidad Complutense de Madrid.
Si se producen terremotos periódicos es porque se acumula la tensión hasta que no se puede mantener más durante ese tiempo. Por lo tanto, la medida de la tensión que se va acumulando en las rocas en zonas con tendencia a los terremotos puede ser una forma más precisa de predecir los terremotos. Y en ello han empezado los científicos, "sobre todo en Japón y Estados Unidos, que son los países más desarrollados los que más terremotos sufren", ha señalado Apraiz.
Sin embargo, son muy pocas las regiones que disponen de este tipo de medidores. Según USGS, "en Estados Unidos, sólo en la falla de San Andrés se pueden hacer seguimientos y predicciones".
Según explican en la web de USGS, este sistema "permite saber cuándo las rocas llegan al punto crítico debido al movimiento de las placas". No obstante, a pesar de llegar a un punto crítico, Apraiz afirma que "la heterogeneidad de la superficie terrestre y los factores que condicionan la aparición o no de terremotos es tan difícil determinar métodos científicos fiables para predecir el momento del terremoto", ha añadido. En la misma línea van las palabras de José Luis Granja: "Los ciclos sísmicos no son constantes y existen muchos parámetros y variables externas que no podemos controlar ni conocemos. De hecho, nuestro conocimiento del interior de la Tierra es bastante limitado".
Según ha explicado Apraiz, "el único modelo matemático bastante bien asentado es el que anuncia cuándo y cuánto va a ocurrir la violenta réplica que se produce tras un gran terremoto. Para ello también es necesario un conocimiento exhaustivo de la geología del territorio".
Fuera de los métodos mencionados, en algún momento aparece que el comportamiento de los animales puede predecir terremotos. O que proponga otros métodos de predicción. Por ejemplo, en 2009, en L'aquila (Italia), antes de que se produjera un terremoto de magnitud 6,3, un técnico del Laboratorio Nacional Gran Sasso, Giampaolo Giuliani, disparó la alarma. Detectó las fluctuaciones del gas noble radón a través de varios radómetros, que posteriormente fue un epicentro en la zona y anunció que en breve se iba a producir un terremoto.
A pesar de que el pronóstico realizado en este caso se cumplió, Granja considera que "se trata de una metodología no contrastada y que no ha dado resultados definitivos, como han podido comprobar diferentes grupos de investigación americanos, japoneses, chinos, etc. Acertar anunciando con este tipo de métodos no le da credibilidad, son sólo cuestiones puntuales".
Si los terremotos fueran predecibles con gran precisión, se obtendría un método perfecto para evitar muertes. "Hay mucho interés y quien logre un buen método de predicción merecería el premio Nobel --dice Apraizek-. Es un campo de investigación de primer orden porque salvaría vidas, prevería grandes destrucciones, etc.".
Sin embargo, con los métodos actuales, "lo único que se puede hacer es la prevención", ha reconocido. Así lo hacen en países como Japón, donde construyen sus casas para mantenerse en pie ante los movimientos de los terremotos, protegen al máximo a la industria, etc. De hecho, Japón es, según Granja, "el país mejor preparado ante el terremoto. Si el tsunami no hubiera coincidido con el terremoto, habría pocos daños en las infraestructuras y muy pocas personas afectadas".
Por lo tanto, "las predicciones sirven para tomar medidas preventivas y saber que el terremoto ocurrirá alguna vez, pero no se puede hacer un plan de evacuación; no puedes dejar un territorio vacío durante años, esperando que se produzca el terremoto", explica Apraiz.
En este momento se encuentran en California en la zona de la falla de San Andrés. The Big One es el nombre que han dado los expertos al terremoto que está a punto de suceder. Estadísticamente es el momento de que se repita el gran terremoto que se produjo en 1906, que históricamente se ha producido cada cien años. Sin embargo, según Apraiz, "puede ser ahora o dentro de cuarenta años. Y es que tenemos un registro de tiempo muy corto; si tuviéramos un registro de terremotos de los últimos 5.000 años, podríamos hacer aproximaciones más precisas. Además, a escala geológica, el intervalo de cuarenta años es una brecha. Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer en esta situación? ¿Despoblar a San Francisco? ¿Hasta cuándo? ¿Y si no hay terremotos? Ya sabes que será por fin, pero no hay plazos y pueden pasar años para cuando se cumpla lo anunciado".