Los piojos son artrópodos de seis patas de orden Phthiraptera, con más de 3.000 especies en el planeta. La biología de los infestantes del ser humano es la más conocida. Así, destacan tres especies de piojos: el filete o Pediculus capitis, el piojo corporal o Pediculus corporis y el piojo pubiano o el pediculus pubis. Sin embargo, de todos ellos, el más prestigioso a nuestro alrededor es el mono.
Los piojos de cabeza son ectoparásitos obligatorios en el ser humano, es decir, el único host de estos insectos es el hombre. Viven absorbiendo la sangre humana. Y las tres etapas de desarrollo de su ciclo de vida se llevan a cabo en el huésped: al comienzo del ciclo, las hembras maduras ponen entre 3 y 10 huevos diarios, durante unos 23-30 días, de los cuales, entre 5 y 10 días, nacen las ninfas, que se convierten en adultos, que se reproducen y comienzan el ciclo.
Los huevos requieren una temperatura de incubación superior a los 22ºC, por lo que los piojos colocan los huevos a un máximo de un centímetro del cuero cabelludo, sobre todo en las yemas, cuello y nuca. Sin embargo, no todos los huevos que ponen los piojos hembras son habitables. Los huevos de piojos víveres son gruesos, redondos y de color café.
Los espigones maduros llegan a medir 3-4 mm y tienen un color similar al del huésped, mientras que los huevos son notablemente más pequeños y a menudo se mezclan con el salvado del pelo. Los huevos de piojo se adhieren al cabello gracias a una sustancia adhesiva y a sus vértices, por lo que es más difícil que la eliminación del pellejo.
Se dice que hay una infestación de piojos activa cuando se comprueba que hay piojos maduros vivos, ya que la mera presencia de huertas no puede ser considerada como una infestación activa, ya que no todos los individuos que sólo tienen huevos tienen que desarrollar la infestación. También se puede determinar que la presencia de piojos puede comprobarse a simple vista, bien por lentes de aumento o bien por peine de ayuno, aunque de todos estos métodos el peine de la vajilla es el método de diagnóstico más exitoso.
El síntoma más común de la infestación es el crecimiento en el cuero cabelludo, aunque algunos niños asintomáticos suelen aparecer. El rascado es consecuencia de la saliva que inyectan los piojos para absorber la sangre. Sin embargo, desde que el piojo comienza a absorber sangre en la primera infestación hasta que aparece el picor puede tardar más de un mes, ya que el cuerpo necesita tiempo para desarrollar la primera reacción. Esto hace que en la primera infestación sea habitual que el niño esté lleno de piojos para el diagnóstico. En las infestaciones repetidas, sin embargo, el picor aparece en los primeros días de la infestación, por lo que es más fácil que el diagnóstico se realice tan pronto como aparezca la información.
La intensidad del crecimiento es variable y en ocasiones el patrón de sueño del niño puede llegar a ser agitado. El rascado también puede provocar la infección de las zonas heridas. Generalmente la infección es causada por el patógeno Staphilococcus aureus. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la pediculosis incide en el ámbito psicosocial y cultural, ya que el estigma social que existe en torno a los piojos permite a los niños y familias asumir responsabilidades, inquietudes y vergüenzas.
A pesar de que se han realizado cientos de investigaciones en torno a la contaminación de los piojos, la transmisión de los mismos sigue siendo una clave controvertida, aunque se sabe que los piojos se contaminan tanto por el contacto mental como por los formites (objetos o sustancias inanimadas capaces de transmitir organismos infecciosos). Sin embargo, está admitido que el mecanismo de cabeza a cabeza es la principal fuente de contaminación, ya que los piojos no tienen capacidad de saltar, volar o nadar. Además, fuera del huésped sólo tienen una supervivencia de dos días, por lo que se sugiere que los piojos se contaminan con más facilidad mediante fomites.
En relación al riesgo de infestación, se ha afirmado que variables como el nivel socioeconómico, los hábitos culturales, el tipo de población, etc. tienen algo que ver. Así, parece que la prevalencia aumenta en condiciones socioeconómicas desfavorables, en poblaciones muy concentradas, en situaciones en las que no se cuida la higiene personal y en zonas con escasos recursos sanitarios. Por el contrario, la pediculosis no tiene límites estrictos: afecta a personas de todas las razas, edades, sexos y culturas.
En general, tres son las claves del manejo terapéutico: tratamiento mecánico, manejo del medio y tratamiento farmacológico con pediculicidas.
El tratamiento con peine es eficaz si se realiza adecuadamente. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que, en general, se recomienda el uso de peines metálicos de poca distancia entre los dientes, además de favorecer el uso simultáneo del peine de la huerta con el acondicionador del pelo u otro elemento lubricante similar. También hay que destacar que una vez diagnosticada la información, el tratamiento se debe realizar dos o tres veces por semana, al menos dos semanas y cada sesión debe durar 30 minutos. Sin embargo, es inolvidable que, además de un tratamiento eficaz, es la medida de prevención inocua más económica, natural y eficaz, por lo que es imprescindible arraigar en las familias el hábito de inspeccionar a los niños con peine de los huertos.
En cuanto al manejo del entorno, cabe destacar que la Asociación Americana de Pediatría no recomienda una limpieza exhaustiva y exhaustiva de la vivienda. No obstante, conviene lavar con agua caliente los objetos que han estado en contacto con el niño infestado en las 24-48 horas anteriores, especialmente los que se encuentran cerca de la cabeza: peines, sábanas, cabezales, toallas, etc. Además, es importante enseñar a los niños cómo utilizar los fomites. De este modo, los niños deben ser conscientes de que deben prestar atención al compartir objetos personales para su higiene. También hay que tener en cuenta que dormir en la misma cama es un factor de riesgo.
El tratamiento químico sólo debe realizarse cuando exista evidencia clara de los piojos, es decir, los pediculicidas no deben utilizarse como prevención. A lo largo de la historia se han utilizado pediculicidas neurotóxicos: sustancias químicas como las piretrinas y el malation que matan a los parásitos dañando el sistema nervioso de los piojos. Sin embargo, la eficacia de estas sustancias ha disminuido en los últimos años, debido a que los piojos han desarrollado resistencia a estas pediculicidas neurotóxicos, debido, entre otros factores, al uso excesivo, mal uso y venta de productos ineficientes.
Como consecuencia de lo anterior, además de la creación de nuevos fármacos de efecto neurotóxico, en los últimos años se han desarrollado pediculicidas con mecanismo físico de acción, entre los que se encuentran los fármacos con capacidad de “ahogar” los piojos (alcohol bencílico). Sin embargo, todavía no se ha conseguido un pediculicida 100% obicida, por lo que a pesar de que los fármacos matan a los piojos, los huevos de piojo quedan vivos. En consecuencia, es necesaria una segunda aplicación de pediculicida y un tratamiento mecánico.
Es evidente, por tanto, que los piojos de cabeza no son enemigos de todo tipo; la paciencia, el emprendizaje y la libre comunicación son las armas más eficaces a nuestro alcance para combatir la epidemia. Por tanto, además de dar pasos en el tratamiento, el trabajo actual consiste en la incineración del estigma social asociado a los piojos y en el refuerzo de las medidas preventivas generales.