Veréis que al introducir el huevo en un vaso lleno de agua se hunde (Figura 1). No flota. Sin embargo, se puede conseguir que el huevo flota. Para ello, la sal, abundante sal, se disuelve en un vaso lleno de agua (Figura 2). Cuando la sal está disuelta volveréis a introducir el huevo en el vaso y veréis que flota (Figura 3).
Hemos visto que los cuerpos flotan en agua salada. Por eso es más fácil flotar en el mar que en el río, a la vez que en mares muy salados, como el Mar Muerto, es casi imposible sumergirse. ¿Y por qué? te preguntarás. La clave está en el principio de Arquímedes. ¿Lo recuerdas? "Un cuerpo sumergido en un líquido sufre una fuerza ascendente cuyo valor es igual al peso del volumen de líquido correspondiente al lugar en el que se encuentra".
Obsérvese que hemos destacado el peso del volumen de líquido que corresponde al lugar que ocupa. El volumen correspondiente al lugar donde se hunde el huevo por completo es el del mismo.
Al fundir la sal, el volumen del agua no aumenta, ya que las moléculas de la sal se intercalan con las del agua. Es decir, en el mismo volumen tenemos el peso del agua más el peso de la sal. El agua salada es más densa, es decir, el mismo volumen tiene más peso.
El agua dulce del mismo volumen del huevo tiene menos peso y el huevo se hunde. El mismo volumen de agua salada tiene más peso que los huevos, por lo que éste flota.
Hay un experimento más complicado que el anterior. Se llena la mitad del vaso con agua y se funde abundante sal. Una vez mezclado y detenido un poco, con mucho cuidado, añádele agua dulce. Procura no mezclar el agua. Para ello, colocaremos una cuchara cerca de la corteza y te ayudarán a echar el agua. En esta ocasión el huevo se sumerge en la capa superior del agua, pero flota en la capa inferior. Como consecuencia, el huevo quedará en el centro del vaso sin hundirse completamente (figura 4).