XX. etruscos del siglo XX en garras de turistas

Etruria, historia y carácter

Antes de la fundación de los romanos y de que el griego fundara las potentes colonias griegas de Magna, en el norte de Italia existía un misterioso pueblo de los llamados etruscos. Su territorio se encontraba en el oeste del centro de Italia, aguas arriba del río Tiber, entre el mar de Tirreno y los montes Apeninos. VII. C. Para el siglo XX eran los propietarios de este extenso territorio, que pertenecían a las ciudades de Clusium (Chiusi en la actualidad) y Tarquini (Tarquinia).

En la cultura de los etruscos hay muchas características muy similares a las de las culturas orientales.

Según Herodoto, los etruscos procedían de Asia Menor y la razón de pasar de allí a esas tierras italianas fue el hambre. En realidad, en la cultura de los etruscos hay muchas características muy similares a las de las culturas orientales. Los hallazgos arqueológicos también nos han explicado las estrechas relaciones de los etruscos con las culturas orientales. No parece, pues, que la afirmación de Herodoto sea fruto de la imaginación. En la colección de libros “Orígenes de los Vascos”, del roncalés Beñat Estornes Lasa, se habla de la posible parentesco entre los “etrusko-vascos”, pero sin grandes pruebas.

Etruscos en Italia Aparecieron hacia el año 900 y dominaron una amplia zona, llegando rápidamente hasta Roma y Lazio, y hasta el sur de Campania. En el Norte se consiguió el valle del Po y el C. En 540 se apoderó de Córcega. Desde el punto de vista político, a. C. En el siglo V alcanzaron su mayor fuerza y difusión. Pero como con los pueblos celtas y griegos limítrofes estaban en continuo romance, tuvieron que reunirse con Cartago. a.C. En el año 474 sufrieron una gran derrota en Cumas contra el ejército de Hieron I, tirano de Sirakusa. Desde entonces, el poder de los etruscos se derrumbó.

a.C. En el año 396 los romanos arrebataron la poderosa ciudad de Veyes, situada al norte de Roma, y a. C. En el año 391 llegaron hasta Felina (actual Bolonia). Poco a poco toda Etruria cayó bajo las garras romanas. a.C. IV. y III. Como durante siglos las rebeliones contra los romanos se levantaban una y otra vez, los romanos se vengaron de la sangre y el fuego, haciendo desaparecer la identidad de los etruscos. El pueblo, desnacionalizado, sin identidad, siguió adelante, pero no así sus culturas y lenguas, perdidas siglos después.

Antes de la fundación de los romanos y de que el griego fundara las potentes colonias griegas de Magna, en el norte de Italia existía un misterioso pueblo de los llamados etruscos. Su territorio se hallaba al oeste del centro de Italia, aguas arriba del río Tiber, entre el mar Tirreno y los montes Apenimo.

Se dice que el alfabeto que usaban los etruscos era el occidental de Grecia, y de ahí surgió el alfabeto latino. Muchas de las inscripciones encontradas no pudieron resolverse hasta el año 1953. Creían en la vida después de la muerte, por lo que se llevaron a cabo numerosas necrópolis y fueron muy famosas las tumbas cupuladas que se construían allí.

Su mitología era muy cruel y sangrienta. En el campo del arte amaban la música y la danza. En las paredes y jarras se hacían figuras de muy vivos colores. Algunas de estas jarras, llamadas “cánope”, eran utilizadas para guardar las cenizas de los muertos. Gustaban mucho el retrato y en el ámbito de la arquitectura, sus construcciones se pueden considerar a menudo mejores que las griegas. Sin embargo, este pueblo fue desapareciendo a medida que perdió su identidad nacional, y hoy en día se da por desaparecido en todos los libros de historia.

El descubrimiento de los etruscos contemporáneos

A través de un intenso estudio científico llevado a cabo en los laboratorios de las universidades de Turín (Italia) y Standford (Estados Unidos) hemos podido conocer que los de Murlo, en el norte de Italia, son descendientes de etruscos. Este pueblo se encuentra situado en el norte de Italia, cerca de Siena, a unos 30 kilómetros de distancia, y parece ser que su ubicación le debe el aislamiento que tuvo durante siglos. En la actualidad cuenta con una población aproximada de 1.700 habitantes y en el casco antiguo medieval viven 25 personas, todas ellas mayores. La más antigua es la señora Armina, de 83 años. Hasta ahora no ha sabido que era etrusco. Fue el primero en dar luz al pelo y la sangre al profesor Alberto Piazza, que conducía al equipo científico.

Interior de un muerto etrusco.

Este grupo de científicos, formado por profesores, médicos, biólogos, antropólogos, lingüistas e historiadores, trabajó bajo la dirección de los profesores Alberto Piazza de la Universidad de Turín y Luca Cavalli Sforza de la Standford University de California.

Las primeras investigaciones se iniciaron en 1988, y siguiendo los consejos de antropólogos y lingüistas, 150 personas de origen muroense fueron examinadas de sangre para investigar en profundidad su ADN. De ellos los murotones XX. La conclusión es que son etruscos del siglo XX. En este análisis de sangre, además de tener en cuenta a los conocidos grupos A, B, 0, también se trabajaron los conocidos como RH, MNS, HP y HLA, así como los antiguos cadáveres etruscos.

Los estudios genéticos llevados a cabo han puesto de manifiesto que los etruscos no desaparecieron bajo el dominio de los romanos, sino que, tras la pérdida de la lengua y la cultura, fueron completamente latinizados. En algunos lugares, y con el paso de los años, se mezclaron con gente de otros pueblos. Pero en otros lugares, en los que el pueblo de Murlo es el mejor testigo, han podido permanecer étnicamente claros durante siglos, a pesar de la pérdida de conciencia de su identidad y de su nacionalidad.

Nueva evolución de la comunidad de Murlo

Creían en la vida después de la muerte, por lo que se llevaron a cabo numerosas necrópolis y fueron muy famosas las tumbas cupuladas que se construían allí. Su mitología era muy cruel y sangrienta.

Tras estos descubrimientos, la vida de los murotenses o, mejor dicho, de los neo-etruscos de Murlo ha cambiado radicalmente. Antes Murlo se encontraba fuera de cualquier excursión turística, y ahora son muchos. Quienes se acercan a Murlo para conocer los etruscos del siglo XX. Y dentro de este nuevo turismo se han visto personajes muy conocidos en las calles de Murlo

El rey Gustabo de Suecia y el príncipe Carlos de Inglaterra, entre otros

Sus chicas, orgullosas de ser etruscos, no quieren tener relación con los chicos de Siena, a su lado. “Antes sí –dicen– pero ahora no, porque tenemos que defender la historia”. Sí. Ahora todos los murlotarras se sienten etruscos, y en el antiguo castillo de Murlín acaban de ubicar un hermoso Museo con viejas huellas que se han encontrado dispersas por el pueblo. La imagen más destacada de estos vestigios es la realizada con arcilla asada, bajo un sombrero de aleta ancha, en el que se puede ver una bella cara. Esta imagen ha sido considerada como el símbolo del pueblo de Murlo y se pueden ver reproducciones similares en todas partes. Todas estas huellas fueron descubiertas en 1966 por estudiantes de la Pensylvania University. Además de estas huellas, C. IV. También se descubrió una especie de palacio del siglo XX. Y allí encontraron en su totalidad los hornos en los que los etruscos podían fabricar sus propias jarras, platos, vasos, etc.

Hay que tener muy en cuenta el cambio que se está produciendo en la evolución de la personalidad de los murotarras, que se sienten los últimos de un “pueblo viejo” (como las chicas murotesas que no quieren tener relación con los chicos sieneses).

En las paredes y jarras se hacían figuras de muy vivos colores. Gustaban mucho el retrato y en el ámbito de la arquitectura, sus construcciones se pueden considerar a menudo mejores que las griegas.

Pero en esta vida no todo es sentimiento, y los murotenses han empezado a preparar su país para partir de los beneficios que ofrece el turismo. Por ello, han empezado a “recuperar” —mejor dicho— las características de los antiguos etruscos, mientras entre ellos se encuentran “cenas etruscas” y la indumentaria del etrus, donde se están poniendo a tope las sesiones de baile. Para ello, colocan una mesa larga en el antiguo recinto murozano medieval y se ofrece a los turistas un bonito menú etrusco: asas fritas, pan tostado de aceituna, queso de cabra, masa de hierbas de los bosques adyacentes, setas, codornices de Ortigia, carne de ciervo en salsa a base de higos similares a los recogidos en la colina, y finalmente un bizcocho de nata.

Todo ello acompañado de un rico vino “etrusco” procedente de los numerosos viñedos de la zona, a pesar de que los antiguos etruscos aún no lo sabían.

Nuevos objetivos de Sforza y Piazza

Los estudios genéticos llevados a cabo han puesto de manifiesto que los etruscos no desaparecieron bajo el dominio de los romanos, sino que, tras la pérdida de la lengua y la cultura, fueron completamente latinizados. En algunos lugares, y con el paso de los años, se mezclaron con gente de otros pueblos. Pero en otros lugares, en los que el pueblo de Murlo es el mejor testigo, han podido permanecer étnicamente claros durante siglos, a pesar de la pérdida de conciencia de su identidad y de su nacionalidad.

Después de descubrir el origen etrusco de los habitantes de Murlo, el equipo de investigadores bajo la dirección de los profesores Luigi Cavalli-Sforza y Alberto Piazza tiene otros proyectos. Parece que tienen intención de hacer algo sobre el origen de los vascos. Según los historiadores de este grupo, en Europa, antes de que se produzca la invasión indoeuropea procedente de Asia, había un pueblo cazador itinerante que luego desapareció en manos de inmigrantes. Los vascos somos los últimos descendientes de este pueblo.

Sforza cree que de ahí proceden nuestras notables diferencias genéticas y lingüísticas con todos los europeos. Su proyecto sería concretarlo y para ello, en breve vendrán a Euskal Herria para iniciar su investigación. Por otro lado, hay que mencionar otro gran proyecto de este grupo de investigadores: Clarificar la estructura genética de todo el continente europeo, con el fin de impulsar estudios sobre diferentes culturas. Pero eso sería la sidra de la otra kupela.

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