Chequeos (II): el valor de la prevención

Agirre, Jabier

Medikua eta OEEko kidea

Hacer un chequeo es la mejor manera de conocer el estado general de nuestro cuerpo y muchas veces también la forma de prevenirlo o detectarlo en las fases iniciales.

Mantener el cuerpo sano y sano no es tan fácil. Como ocurre con cualquier máquina, y no hay que olvidar que nuestro interior no es más que un mecanismo complejo en el que se concentran numerosos montajes, uniones y reacciones en cadena, el uso y el paso del tiempo deterioran poco a poco nuestro cuerpo. Sin embargo, tenemos un punto a nuestro favor y es que en algún momento de nuestra vida podemos prevenir o detectar a tiempo muchos de los males que podemos sufrir.

¿Y cómo se puede conseguir? Mediante controles o chequeos convencionales, entre otros. A menudo, estas revisiones o reconocimientos médicos nos permiten conocer e identificar afecciones o enfermedades que sólo producen pequeñas molestias o malestar, aparentemente insignificantes, que en algunos casos se encuentran en estado de quiebra hasta que llega el "momento oportuno", que por decirlo de alguna manera nunca es adecuado, poniendo en peligro nuestro estado general de salud.

Todo en la medida de lo posible

En los últimos años ha sido un tema muy discutido la conveniencia de estos controles periódicos (tema ya tratado en Elhuyar en los números 60 y 61-62). Dejando a un lado polémicas estériles, es cierto que este tipo de estudios y revisiones nos proporcionan a casi todos tranquilidad, ya que, si no hay reacción inesperada, nos dicen que nuestro cuerpo está sano. Sin embargo, hay personas que no quieren saber nada, pero en mi opinión, y también desde el punto de vista puramente médico, es conveniente afrontar los problemas si los hay. La actitud pasiva hace que las cosas parezcan más complicadas de lo que realmente son. Por eso los chequeos son beneficiosos, pero por supuesto, en la medida de lo posible, sin llegar a convertirse en un "cheozista empedernido".

Hay personas que por sí mismas son bastante nerviosas, o hipocondríacas, que difícilmente aguantan sin la tranquilidad que les dan esas pruebas. Tampoco conviene. Creo que a partir de los 45-50 años sería conveniente empezar con este tipo de chequeos, para empezar cada dos o tres años, o si a cualquier edad ya nos han buscado alguna alteración, sea ésta de cualquier tipo. Si no hay ninguna sospecha, puede ser suficiente con un chequeo médico completo cada cinco años.

Prevención y diagnóstico

XX. Desde su implantación en la primera década del siglo XX y hasta nuestros días, los chequeos se han convertido en rutinas casi obligatorias en la mayoría de las empresas, lo que ha tenido sus ventajas e inconvenientes como siempre.

Por un lado, la extensión de este tipo de estudios hizo que en los años 60 y 70 la tuberculosis llegara a desaparecer prácticamente en nuestro país. Pero como todo lo que se hace con rutina, a menudo estos chequeos se han convertido en una especie de rutina, lo que les ha hecho disminuir su eficacia, que no se puede negar.
¿Qué se quiere conseguir con el chequeo? Estudio completo (y en su caso rápido) del paciente para descartar la existencia de enfermedades y en su caso realizar un diagnóstico con rapidez. El chequeo consiste en la realización de un estudio básico y una serie de exploraciones de la forma habitual, aunque la persona no tenga ni explique nada sospechoso.

Los chequeos pueden ser de dos tipos, dependiendo del motivo de su realización: preventivos o diagnósticos.

  • El chequeo preventivo es el que se realiza a una persona que no tiene ninguna sintomatología aparente y que dice estar bien.
  • El chequeo diagnóstico es el que realiza el paciente cuando dice tener alguna molestia. En estos casos, es normal que antes de realizar el control general, vayamos a buscar algo que está directamente equivocado.
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