Cómo cambia las cosas el tiempo. O más exactamente, cómo cambia la forma de ver las cosas con el paso del tiempo. Tengo muy presente la noticia publicada en sus primeras páginas el 3 de diciembre de 1967 por los periódicos de todo el mundo.
En el Groote Schur Hospital de la ciudad sudafricana de Capetown, el doctor Christian Barnard realizó por primera vez el trasplante de corazón en el hombre. El evento tuvo un gran éxito en los medios de comunicación (muy comprensible, por otra parte), pero también fue recibido con gran calidez y muy buena acogida en los centros médicos más prestigiosos del mundo.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo y hoy en día consideramos el trasplante de corazón como algo bastante normal. ¿Qué se puede decir desde la perspectiva actual? ¿En qué han cambiado las cosas? Hagamos una explicación histórica del trasplante de corazón.
Ese día, 3-XII-1967, Louis Warkansky, de 55 años, conquistó por primera vez en el mundo el corazón de otra persona. Denise Darvall, una joven de 25 años, falleció en un accidente de tráfico y su corazón vivió 18 días en el cuerpo de Warkansky, mientras que una infección respiratoria provocó la muerte por su severo tratamiento inmunoguante.
La primera vez trabajaron simultáneamente dos equipos médicos en los cuerpos del donante y del receptor. Mientras el bombeo de sangre en el receptor se mantenía artificialmente (al haberse extraído previamente el corazón), con otro equipo mecánico de bombeo mantenían una riego sanguíneo en el corazón obtenido del donante. Hay que decir, sin embargo, que quien inició la técnica de trasplantes fue el Dr. Sanway de la Universidad de Stanford en California, quien por primera vez describió la técnica en 1960.
El trasplante realizado por Barnard superó todos los límites médicos y científicos y se le dio una gran publicidad al propio Barnard, hasta llegar a llenar un montón de páginas de lo que se llama “prensa cardiaca”. Dejando a un lado todas estas excusas, la importancia del primer trasplante cardiaco y las consecuencias en las secuelas son indudables.
Tras la primera, los trasplantes cardíacos se proliferaron por todo el mundo (¿quizás algo más?) siendo más de cien las realizadas en el plazo de un año. Una de ellas es la desarrollada por el propio Dr. Barnard al médico odontólogo Philip Blaiberg, que sobrevivió durante 19 meses.
Sin embargo, la historia de los trasplantes es más antigua y comenzó hace más de sesenta años, experimentalmente con animales. En los últimos 20 años, los trasplantes cardíacos han dejado de ser una novedad quirúrgica, ya que cada año se puede salvar o mejorar la vida de miles de pacientes. Este avance espectacular se basa principalmente en el desarrollo y finura de técnicas quirúrgicas adecuadas y en el avance espectacular de los métodos de control del rechazo inmunológico del órgano trasplantado. El segundo factor es especialmente complejo porque consiste en eliminar los intentos del sistema inmune de rechazar el tejido extraño, pero sin que el paciente tenga mayor vulnerabilidad ante la infección o la neoplasia. Es un camino bastante complicado, como veremos más adelante.
En noviembre de 1978, por primera vez en Europa, se llevó a cabo en Niza el trasplante de un corazón “heterológico”, una técnica puesta a punto por el doctor Barnard. Al paciente se le insertó el corazón trasplantado para que siguiera funcionando sus propios corazones, pero funcionando cada vez menos y más lentamente para que finalmente el nuevo corazón fuera sustituido.
Robert Dodge, un hombre que fue trasplantado dos veces el corazón, fue el padre de una niña (Sandra Jo Dodge), la primera descendiente nacida de un padre trasplantado del corazón. En su momento, los expertos sorprendieron la noticia del nacimiento de Sandra, ya que los medicamentos que se administran a los trasplantados cardíacos destruyen casi por completo el poder reproductivo de la semilla de los pacientes.
El primer trasplante combinado de corazón y pulmón se llevó a cabo en la Clínica Universitaria de Navarra en 1981, 2 años antes de que se hiciera lo mismo en Gran Bretaña.
En 1968 el Dr. Martínez Bordiu realiza el primer trasplante de corazón en España, utilizando el grupo estrictamente nacional (18 de septiembre). El paciente, de 41 años de edad, murió en pocas horas, pero este trasplante no sólo aumentó la fama del autor, después alterado por otros motivos, sino que sirvió sobre todo para demostrar técnica quirúrgica, organización hospitalaria y el valor de los equipos médicos.
El 8 de mayo de 1984 se da el salto a las diez y cuarto de la noche (casi 18 años de salto) en varios medios de comunicación, quizás con avances llenos de malas intenciones y suspicacias para encontrar lo que se denominó “el primer trasplante serio de España”. El propio Dr. Caralps, jefe del equipo médico que llevó a cabo la segunda intervención médica, reconoció que los tiempos eran muy diferentes y que el trabajo realizado por el equipo del Dr. Martínez Bordiu fue perfectamente satisfactorio y correcto, ya que fueron realizados siguiendo las técnicas, medios y medicamentos de cada momento, tanto el primero como el segundo trasplante. En este punto, como en otras muchas ocasiones, la historia deja cada uno en su lugar.
Los problemas son muy variados, tanto técnicos (actualmente superados) como inmunológicos (bien conocidos pero todavía no resueltos).
La selección de pacientes debe ser cuidadosa. La edad del receptor para el trasplante cardíaco no debería superar los 50 años. En cuanto a su nivel de salud, no debería estar tan deteriorado como para que pueda estar prohibida cualquier intervención quirúrgica, pero sí suficiente para justificar el alto riesgo que soporta. La enfermedad del paciente no debe ser mayor de 5 años, no habrá hipertensión pulmonar significativa y por insuficiencia cardíaca la insuficiencia hepática y/o renal que suelen tener todos estos pacientes debe ser mínima.
En cuanto al posible donante, además de los problemas médico-legales que conlleva el diagnóstico de la muerte segura, debe cumplir una serie de requisitos: Ser menor de 40 años (a partir de esa edad es frecuente la arteriosclerosis coronaria); ser conocida previamente la normalidad de la función cardiaca, sin infección ni deterioro alguno; que su grupo sanguíneo sea compatible con el receptor y que, lo que es aún más importante, esté asegurada la histocompatibilidad entre ambos.
Según el panel de expertos del Stanford University Medical Center, que han analizado de cerca el problema de los trasplantes, sólo el 15% de los potenciales receptores son capaces de aceptar el trasplante cardiaco.