El cambio climático es un tema que a menudo se debate entre amigos y medios de comunicación. Muchos creen que el País Vasco ya se ha “tropicalizado” y que los inviernos no son invierno, que en la juventud veíamos la nieve con más frecuencia en nuestras calles y se oyen cosas así. Se dice así en la mayoría de los lugares del mundo, pero sin embargo, hay científicos que cuestionan que ya estamos ante un cambio climático. Ahora bien, según muchos estudios, las temperaturas tanto en la atmósfera como en los océanos han aumentado en los últimos años.
Sin embargo, como los climas han tenido siempre fluctuaciones, estas subidas de temperatura podían ser normales. Todavía se necesitan más datos e investigaciones para saber si los climas de nuestro planeta están cambiando realmente. Sin embargo, muchos científicos consideran que la influencia humana en la atmósfera es muy evidente y que entre los posibles cambios se encuentra el efecto invernadero. Por otro lado, el efecto invernadero provocaría un calentamiento de los climas.
Sin embargo, por muchas causas, los climas han sufrido continuos cambios. Por ejemplo, en los últimos dos millones de años, a lo largo del Holoceno, se han producido varias glaciaciones en el mundo, la última finalizando hace unos diez mil años. Entonces en Aralar, Aizkorri, Anboto y otros montes de Euskal Herria había glaciares, con unos pocos grados de temperatura media más fría en Euskal Herria.
En aquella época el nivel del mar estaba más bajo, por lo que la costa estaba un poco más alejada. Tras la última glaciación el clima se templó y hace 5.000 años llegó a ser más templado que el actual. Sin embargo, y a pesar de que el clima se ha templado desde la última glaciación, desde hace siglos se han producido fluctuaciones naturales significativas. Por eso, para saber si el clima está cambiando son necesarios muchos años.
A pesar de la necesidad de realizar investigaciones más profundas y largas, algunos modelos matemáticos concluyen que el calentamiento climático se ha producido por la acción humana y que el calentamiento se ha acelerado. Este calentamiento puede dar lugar a cambios climáticos profundos, con consecuencias muy perjudiciales para los seres humanos. De un modelo matemático muy utilizado entre los científicos se concluye que en los próximos años las temperaturas medias del verano pueden incrementarse entre 2 y 4 ºC.
Los climas más cálidos, entre otros muchos cambios, supondrían el deshielo de los hielos de las latitudes altas y de las montañas, junto con el ascenso del nivel del mar, que inundaría varias ciudades y costas pobladas. Esto provocaría grandes migraciones de población, además de problemas políticos y económicos inmensos. El deshielo de los sombreros de hielo y de los glaciares provocaría la disminución del albedo de la superficie terrestre y el consiguiente calentamiento de la superficie terrestre.
El calentamiento climático también puede provocar la dispersión de muchas enfermedades tropicales, ya que los insectos que contaminan estas enfermedades se expandirían mucho con el calor. Así, enfermedades como la malaria, la esquistosomiasis, la filariasis, la fiebre amarilla, etc., actuarían violentamente en los países tropicales y se extenderían a muchos lugares del mundo que actualmente están libres de estas enfermedades. Asimismo, los modelos matemáticos prevén “ondas de calor” y “ondas de frío”, tifones y huracanes terribles, sequías y lluvias violentas y otros fenómenos meteorológicos que provocarían un rápido cambio climático en las actividades humanas. Todo esto puede ocurrir y puede que ya haya empezado a ocurrir.
Pero hay, al menos para algunos, mejoras que podrían derivarse de climas más cálidos. De este modo, los territorios que hoy en día sufrirán un calentamiento climático, como el norte de Canadá y Siberia, podrán ser utilizados para la agricultura. Desgraciadamente, los suelos autóctonos tienen muy poco desarrollo y no serían nada productivos. Por otra parte, al fundir el permafrost de estas regiones, el metano se vería emitido en grandes cantidades a la atmósfera, recordando que el metano es un gas invernadero muy potente.
Más aún, las regiones descubiertas por el glaciar se convertirían en desiertos, ya que no hay suelo biológico, y su evolución requeriría tanto cientos como miles de años. En un cambio climático natural suele ser posible la formación de suelos en regiones previamente cubiertas por hielo, ya que el cambio climático no es muy rápido, pero el cambio climático provocado por los seres humanos puede ser muy rápido, por lo que no habría tiempo para adaptarse.
La causa de los cambios climáticos radica tanto en la astronomía como en la geología, y siempre se han producido sin la influencia humana. Pero el crecimiento de la población mundial, unido a la evolución de las nuevas tecnologías, hace que los seres humanos cada vez emitan más a nuestro entorno, a la atmósfera. Las actividades tanto orgánicas como inorgánicas provocan la emisión de gases a la atmósfera. Sin embargo, hasta hace poco la atmósfera ha podido mantener un cierto equilibrio y el vertido a la misma era planchado por la propia atmósfera, con poca variación en su composición o con pequeñas variaciones poco a poco.
Los océanos, entre otros muchos compuestos, absorben en grandes cantidades el dióxido de carbono para formar carbonatos, limpiando así la atmósfera. A través de este carbono asentado se han construido arrecifes desde siempre, acumulando sedimentos que luego se convertirán en calizas y dolomías. Sin embargo, la capacidad limpiadora de la atmósfera y de los océanos tiene sus límites y si se vierte demasiado a ella, esa capacidad se desborda. Esto rompe bruscamente el equilibrio hasta entonces y las consecuencias son difíciles de prever.
Algunos gases que mantienen el calor, llamados gases de efecto invernadero, están presentes de forma natural en la atmósfera y gracias a ellos es posible la vida en la Tierra, ya que de lo contrario su temperatura media sería inferior a cero. En actividades orogénicas y volcánicas, por ejemplo, el dióxido de carbono se libera en grandes cantidades que provocan los cambios climáticos naturales.
Por lo tanto, si los seres humanos aumentamos la concentración de gases de efecto invernadero y ya hemos subido, se acumulará más calor en la atmósfera y, por tanto, podemos cambiar el clima. Así, la Revolución Industrial supuso el uso de combustibles orgánicos quemando carbón e hidrocarburos y, entre otros muchos gases de efecto invernadero, liberando a la atmósfera dióxido de carbono. Desde entonces, la concentración de este gas en la atmósfera ha aumentado considerablemente, un 25% en los últimos 50 años, aumentando a finales de este siglo.
Aunque nadie niega que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera haya aumentado por efecto de la acción humana, puede ser todavía temprano para decir que el cambio climático se está produciendo por efecto de estos gases, ya que, como se ha mencionado anteriormente, el clima ha sufrido variaciones naturales desde siempre. Hay tres posiciones entre científicos y autoridades actuales. Por un lado, la de quienes creen que el clima está cambiando, por otro, la de quienes piden esperar a saber si el clima está cambiando realmente, y por último, la de quienes creen que las actividades humanas nunca cambiarán el clima.
Las primeras y algunas de las segundas, por supuesto, ya proponen tomar medidas para hacer frente a los cambios climáticos, pero el resto requiere esperar. Desgraciadamente, si los primeros tienen razón y no se hace nada, puede ser demasiado tarde para cuando podíamos estar convencidos todos, con consecuencias catastróficas.
En los últimos veinte años la temperatura media del aire ha subido 0,7 grados, la temperatura de los mares también se ha templado ligeramente y el nivel del mar sube al menos un milímetro al año. En el mismo plazo estamos conociendo tifones, huracanes, “olas de frío”, “ondas de calor”, sequías y lluvias más intensas que nunca, similares a las que tienen previsto que los modelos climáticos podrían producirse a través de un rápido cambio climático. Es más, ya se están produciendo cambios en las latitudes altas, y por ejemplo, las aguas del Polo Norte se han templado adelgazando el hielo marino.
Por otra parte, las plataformas oceánicas de hielo de la Antártida han comenzado a derretirse y a fragmentarse después de miles de años de congelación, liberando de ella al iceberg tan grande como hace poco Álava. Sin embargo, los gases emitidos a la atmósfera por los seres humanos no sólo calientan el clima, sino que tienen otras consecuencias. Estas consecuencias no se ponen en duda, como está ocurriendo con el cambio climático, porque ya estamos pasando y sufriendo. Entre ellos, la lluvia ácida y el agujero de ozono. La lluvia ácida en los países industrializados, entre otras consecuencias, mata los bosques y reduce las cosechas, provocando importantes daños económicos y ecológicos.
Por otra parte, el agujero de ozono en las latitudes altas del Hemisferio Sur ya aparece cada verano y se ha empezado a expandir también en el Ártico. Desde el agujero del ozono llegan los rayos ultravioletas del sol hasta la superficie terrestre, provocando cánceres y alteraciones genéticas. La ciudad argentina de Usuaia, en la Patagonia, se encuentra cada verano a la altura del agujero del ozono, por lo que sus habitantes han tenido que tomar medidas de protección muy concretas para proteger su salud. Otras medidas similares se han iniciado en Australia y Nueva Zelanda, donde el riesgo es cada vez mayor.
Aunque no estemos seguros de que el cambio climático se está produciendo, es mejor tomar medidas, ya que una vez que se produzca la situación puede ser muy difícil o imposible. El clima es el resultado de una combinación de muchos factores que depende tanto de las características de los océanos como de la atmósfera de nuestro planeta. Debido a la gran magnitud de este sistema de adaptación al clima, tiene una gran inercia, por lo que una vez que se producen los cambios es muy difícil cambiar de rumbo.
En junio de este año se cumplen tres años desde que varios gobiernos se reunieron en Río de Janeiro para combatir un posible cambio climático. En él se tomaron una serie de decisiones para preservar el entorno, pero a la hora de llevarlo a la práctica se han encontrado con grandes dificultades. La Reunión de Berlín del 28 de marzo del presente año se celebró con el objetivo de presentar propuestas concretas en las que se debatieron varias propuestas. Así, frente a un posible cambio climático, Dinamarca y Alemania quieren reducir sus emisiones de dióxido de carbono mediante el fomento de energías alternativas.
Por su parte, Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón tienen como objetivo mantener el nivel de vertido, aumentando en porcentajes bajos tanto para España como para Francia. Sin embargo, mientras los países desarrollados proponen controlar los vertidos, impulsan propuestas para no reducir los vertidos urbanos en vías de desarrollo, ya que su economía puede sufrir si se adoptan estas medidas.
Sin embargo, el problema de un posible cambio climático es de todos. Los gobiernos, por su responsabilidad, deben tomar decisiones sin duda. Pero los peatones también podemos tomar muchas medidas para cuidar el entorno. Nuestro quehacer diario tiene una incidencia directa en el entorno y podemos elegir en cierta medida la dirección de esos efectos. Podemos cambiar nuestros hábitos conscientemente adoptando comportamientos en armonía con el entorno. El transporte con motor de explosión, por ejemplo, contamina mucho, así que tanto el transporte colectivo como el uso más frecuente de bicicletas y pies nos permitiríamos cuidar mejor el entorno.
De lo contrario, si tenemos que coger el coche podríamos conducir de forma ecológica, es decir, utilizar la “velocidad ecológica” (90 km/h, con el fin de racionalizar el consumo de combustible), realizar aceleraciones o frenos lentos, llenar el coche de personas cuando sea posible (de esta manera se reduciría la circulación de coches), etc. Por otro lado, nuestras compras también pueden ser solidarias con el entorno y, entre otras muchas cosas, podemos comprar productos que no dañen el ozono. Por lo tanto, cambiando un poco nuestro estilo de vida cómodo, nosotros también podemos cuidar el entorno y la Tierra, y así evitar el cambio climático, porque al final es el futuro de todos los que nos tocan.