Dentro de su órbita se mueven otros tres pequeños satélites. En cuanto a su tamaño, es muy similar a la Luna, su diámetro es de 3.640 km y sus densidades son prácticamente iguales: 3,5 g/cm 3 aprox. En contra de lo que estos datos podían expresar, la semejanza entre Io y nuestro satélite se limita a estos datos superficiales.
Visto con telescopio parece un mosaico de gran colorido, con colores rojos, naranjas, amarillos y blancos intensos que caracterizan los aspectos más amplios. El primer supervisado muestra otra diferencia evidente respecto a la superficie de la Luna, en contra de lo que podría pensarse. En la superficie de Io no se ha encontrado ningún cráter producido por el impacto de los meteoritos. Esta observación resulta aún más sorprendente si tenemos en cuenta que la influencia del violento campo de gravedad de Júpiter favorece su abundancia. Por tanto, hay que pensar en un proceso que elimine las manchas que dejan los meteoritos, es decir, que reforme la superficie.
La respuesta viene dada por volcanes que se ven como un punto negro. Son aquellos residuos que generan una actividad volcánica enorme (precipitación y reintroducción en el ciclo geológico) y que contribuyen a la renovación superficial. En concreto, habría que hacer una capa de decenas de centímetros de espesor cada mil años para eliminar los cráteres que se producirían en función de la frecuencia estimada de los impactos de los meteoritos. Pero, ¿cuál puede ser la fuente de energía que puede generar una actividad violenta en este cuerpo de tamaño y densidad como la Luna?
Si Io fuera el único satélite que se mueve bajo la influencia de Júpiter, habría sido la evolución de la Luna, y al igual que esto, la energía del movimiento de rotación se iría perdiendo a través de la fricción provocada por el efecto mareal provocado por el planeta. Por lo tanto, la velocidad de giro bajaría al planeta siempre con la misma cara hasta que se mueva, como en el caso de nuestro satélite. En esta situación la atracción de Júpiter provocaría una abombamiento permanente, dando a Io una forma de elipsoide. Pero Io no sólo se siente influenciado por Júpiter, sino por todo su sistema de satélites y, sobre todo, por los otros tres satélites galileanos. En consecuencia, la orientación de Io hacia Júpiter sufre importantes oscilaciones y es responsable de la actividad volcánica el enorme calentamiento interior que genera el efecto mareal.
Además, hay que mencionar otro detalle destacable. La autóctona es una química especial basada en la fogata. Sin duda, los volcanes han expulsado los gases y compuestos ligeros atrapados en su interior, pero la zona de gravedad de Io (como ocurre en el caso de la Luna) no es tan potente como para mantener estos gases en forma de atmósfera a su alrededor. Por tanto, la ausencia de agua, compuestos oxigenados de carbono, etc. explica el dominio de la química a la que hemos hecho referencia.
En cuanto a la composición de la superficie, la mezcla que mejor se adapta al espectro es la siguiente: 50% óxidos polisulfurados, (S n O) x , 25% basalto, 15% S 2 O y 10% SO 2 . El óxido de disulfuro (S 2 O) y los óxidos polisulfurados se formarían como consecuencia de la fotodisociación de SO 2. Debido a que la temperatura de la superficie es muy baja (unos -150ºC), estos compuestos están congelados. En esta situación el SO 2 es blanco y los óxidos polisulfurados, por ejemplo, tendrían un color amarillento.
En la estructura interna de Io se pueden distinguir tres capas: el núcleo (sólido y de alta densidad, aproximadamente un tercio de su diámetro), tendríamos un manto fluidificante de silicatos por encima, que sería el caparazón rico en silicatos sulfurados.
Sin embargo, los procesos internos todavía no se conocen demasiado. Parece dudar dos tipos de volcanes: Tipo A y B. Los segundos, mucho más violentos que el primero, pueden lanzar la materia a 1000 m/s. La mayor parte expulsada vuelve a caer al satélite, pero un pequeño porcentaje queda en la ionosfera.
Algunos también dejan la ionosfera atrapada por el campo magnético de Júpiter y forman un toro de plasma alrededor del planeta, desviado 7º respecto al plano del satélite. Aquí se pueden encontrar iones S + , O + , S 2+ , S 3+ y O 2+, por ejemplo.
Estas no son todas las singularidades destacables de Io, pero sí son claros exponentes de su enorme actividad.