Genéricos: ¿sólo es cuestión de moda?

Agirre, Jabier

Medikua eta OEEko kidea

El tema de los fármacos genéricos está en boca de todos desde hace tiempo. ¿Qué son los genéricos? ¿En qué se diferencian de los medicamentos tradicionales? ¿Por qué se habla tanto últimamente? Y la pregunta de oro, ¿cumplen todas las garantías terapéuticas?

Muchas y amplias preguntas. En este trabajo de hoy trataré de responder a ellos y a otros. Vamos poco a poco.

Cuando el nuevo fármaco se encuentra o descubre por primera vez (tras años de investigación y después de haber gastado un montón de dinero en este proyecto), se le da nombre químico o incluso código que servirá de referencia para los investigadores. El siguiente paso es la aprobación por parte de las instituciones sanitarias oficiales, vigentes en cada país, para que los médicos puedan recetar a los pacientes. Y en este momento se le da el nombre de genérico (oficial) y comercial (también conocido como patente o marca registrada) que identifica que pertenece a una compañía farmacéutica o laboratorio determinado.

Con algunos ejemplos puede entenderse mejor. Por citar algunos medicamentos muy conocidos, como el Clamoxyl, es un nombre comercial que se le dio a la hora de comercializar los laboratorios “Smithkline Beecham”. Pero el genérico de este fármaco, o principio activo, de efecto farmacológico real, es el amoxizolnatrihidrato. Y las marcas comerciales con trihidrato de amoxicilina en el mercado español actual son muchas, ya que pensaba que era demasiado, ya que todas las farmacias farmacéuticas han tratado de hacerse con su amoxicilina, tras haber pagado muy bien la patente original a Smithkline Beechan, quien obtuvo la síntesis original. Y claro, como luego quieren sacar beneficios, estos laboratorios “compradores” se ven obligados a subir el precio de la sustancia original.

Por ello, y en general, se puede decir que el término genérico representa el principio más barato y, en la mayoría de los casos, el más utilizado, y que en este caso el menor coste no significa que tenga menos calidad y eficacia, ni mucho menos.

Para la farmaindustria es importante recalcar que no todos los medicamentos pueden ser formulados como genéricos, ya que no todos pueden intercambiarse. Por ello, es necesario cumplir tres requisitos fundamentales: la bioequivalencia con el producto original, su identificación con las siglas EFG (Especialidades Farmacéuticas Genéricas) y su posterior puesta en el mercado de especialidades originales o originales durante al menos diez años para poder formular su genérico.

En muchas ocasiones no existe un medicamento intercambiable debido a que es demasiado difícil de duplicar o a que no hay pruebas que demuestren su bioequivalencia (es decir, que uno actúa como el otro). Esto implica que el paciente encontrará en la farmacia nombres genéricos más complicados, que son más difíciles de recordar que los nombres comerciales (los nombres comerciales son fáciles y llamativos). Pero no te preocupes: los genéricos en cuanto a su contenido son tan seguros como los demás, ya que para ello es el organismo sanitario oficial competente quien debe aprobar todas las versiones genéricas de los medicamentos o fármacos. Está claro, por tanto, que el nuevo fármaco genérico que llega a las farmacias siempre tendrá los mismos efectos que los fármacos originales de distintos nombres comerciales (ya que los principios activos se liberarán en el cuerpo a la misma velocidad y con la misma capacidad que los originales).

¿Por qué son diferentes entonces?

Según el prestigioso Merck Manual, cuando una compañía farmacéutica decide hacer una versión genérica de un medicamento o medicamento original, sus expertos en formulación emplean los mismos principios activos que el fármaco original cuando diseñan el producto genérico, pero normalmente los componentes inactivos son diferentes. Es decir, añadirán a los principios activos originales componentes que no hayan tenido ningún efecto sobre el organismo, con la finalidad de aumentar el volumen, por ejemplo, para que la píldora sea lo suficientemente grande, o darle un sabor y un color agradable, o añadir los aditivos necesarios para evitar el deterioro de la pastilla entre fabricación y uso.

Por encima de estas diferencias, los estudios y estudios realizados demuestran que las diferencias reales entre los fármacos genéricos aprobados y los medicamentos comerciales de consumo oral no superan el 10%. Por otro lado, antes de consumir el fármaco genérico, el paciente deberá consultar siempre al médico y verificar correctamente el nombre del principio activo que aparece en la etiqueta. Y, por supuesto, siempre hay que dejar de lado la automedicación, aunque antes se le recibiera un genérico similar en circunstancias similares.

Además, puede ocurrir que no sea apropiado sustituir un medicamento por un genérico. Es el caso de la crema de corticosteroides, lociones y toques (hidroortisona, mometarona, etc.). La dosificación de este fármaco se ha establecido en función de la respuesta mostrada en las pruebas realizadas sobre la piel, reacción que puede ser modificada de la misma manera que se modifica el efecto o efecto con diferentes presentaciones (como gel o crema). Dado que la respuesta no se puede predecir o calcular previamente, no debería sustituirse un medicamento comercial por otro genérico. En otros casos (por ejemplo, medicamentos para tratamiento de la presión arterial alta, hormonas, antidepresivos, antiasmáticos, o en caso de insuficiencia cardíaca) las versiones genéricas no parecen equivalentes a versiones con nombre comercial, por lo que los medicamentos comerciales no deberían ser sustituidos por genéricos. Pero este último tipo de reticencias no es unánime, ya que para otros expertos no existe inconveniente desde esta perspectiva.

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