Bajo el auspicio del Consejo de Cultura de la Diputación alavesa se constituyó el Museo de Ciencias Naturales en mayo de 1986. Las colecciones de la entonces Historia Natural no eran nuevas, ya que la asociación AEPNA (Asociación de Investigación y Conservación de la Naturaleza de Álava) había realizado una labor de diez años en 1984. Ese año la Diputación alavesa ofreció el edificio de Otxanda, con el objetivo de dar un respiro a la asociación y construir un museo. En 1985 se celebró la primera exposición permanente y al año siguiente se abrieron las puertas al público cercano.
Poco después, la asociación AEPNA se convirtió en el Instituto Alavés de la Naturaleza y a su alrededor se unieron personas de gran peso científico. Dos años después de la inauguración del Museo desapareció la estructura del Consejo de Cultura de la Diputación Foral. En consecuencia, la financiación y funcionamiento del museo se reestructuró para poder actuar por otras vías. El año 1988 fue un año importante para el museo, ya que el Instituto Alavés de la Naturaleza quedó fuera como asociación y el museo empezó a funcionar como un ente autónomo. La dinámica cambió radicalmente en ese momento, porque a partir de ahí ha tenido que recurrir a presupuestos propios, entre otros.
En los años siguientes se conoció una depresión en el museo y se redujo el número de visitantes. El problema más importante de aquel momento, según Jesús Alonso, era la falta de personal profesional y cualificado (limpieza, documentación, exposiciones, conservación del patrimonio...). Alonso comenzó a ocuparse del museo a finales de 1988 por parte de la dirección, y en la actualidad sigue desempeñando un papel similar, y los problemas actuales y actuales son similares.
En 1993 se iniciaron exposiciones temporales en el museo y el número de visitantes ha ido creciendo. Las Asociaciones Culturales Naturales reciben ayudas para la investigación, y el trabajo de algunas de ellas supone una importante aportación al museo. El Instituto Alavés de la Naturaleza continúa con sus aportaciones. Pero el director Alonso reconoce que, sobre todo, gracias al trabajo de una docena de científicos valientes, se están formando grandes colecciones: “ A pesar de la escasez de subvenciones, el museo ha salido adelante y el trabajo realizado es un orgullo.”
En 1996 se batieron todos los récords de visitantes: 28.085 personas visitaron el pasado año y este año se espera que esta marca se rompa. Cabe destacar que en los últimos años las visitas de personas particulares son más numerosas que las de grupos de alumnos.
La visión general de los museos se limita a las salas de exposiciones. En este caso, por el contrario, es más conveniente estudiar este museo como centro de investigación, ya que la mayor parte del trabajo que se realiza va por ese camino.
El Museo de Ciencias Naturales de Álava se ocupa especialmente de los ecosistemas del País Vasco y de los territorios limítrofes, pero también se han recopilado catálogos de brioflora, entomofauna y moluscos de selvas tropicales africanas. Gracias al trabajo constante, las colecciones van creciendo y aumentando el conocimiento de cada una de las áreas diferenciadas. Para facilitar y completar este objetivo se realiza un intercambio de fondos y documentos con universidades, fundaciones y entidades museísticas de todo el mundo.
El intercambio es, por tanto, total con los científicos más prestigiosos del mundo. En total son 750 las revistas científicas que llegan al museo, mientras se está formando una gran biblioteca
Las principales áreas investigadas son la geología, la botánica y la zoología. En la exposición sólo hay 2.000 especímenes, pero el número de registros documentados por los investigadores es enorme: en el herbario hay 75.000 hojas registradas dentro de la fanerogámica botánica y otras 25.000 registros en la criptogramática botánica (musgos y hierbas hepáticas); en zoología 160.085 en los invertebrados y 100.000 en la arqueología; en cuanto a la geología, el inventario de paleanontología y los campos mineralógicos son necesarios.
Además, el museo da de alta anualmente una docena de nuevas especies. Según Jesús Alonso, esta cifra se puede multiplicar por cuatro teniendo en cuenta el dinero y el ritmo. Cabe destacar que todas las colecciones se están informatizando y que en breve estarán en los bancos de datos del Palacio Vasco.
En la exposición no se puede ver todo esto, pero cualquier persona que se adentre en la Torre de Otxanda de Vitoria-Gasteiz puede disfrutar de la biodiversidad y el ecosistema del País Vasco: las colecciones de rocas y minerales nos muestran el pasado geológico del Cantábrico, la colección paleontológica más completa del País Vasco, la evolución de nuestro territorio en los últimos 150 millones de años; los torneos de vertebrados, los crismosos.
De los dinosaurios más grandes a los insectos más pequeños que quedaron atrapados en la ámbar, casi todos aparecen en las salas del museo. La exposición incluye dos ecosistemas de agua dulce fuera de nuestro municipio: La Amazonía y los grandes lagos africanos.
El valor documental y científico de cada pieza es muy grande. Todos juntos forman un puzzle de conocimiento que constituye una excelente herramienta para comprender el pasado y presente de la naturaleza. Sin duda, este centro público es una referencia importante en el ámbito de las Ciencias Naturales en el País Vasco.
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