Las colmenas abejas aparecieron en la zona tropical. Y en la actualidad aún viven allí dos de las cuatro especies que perviven: Apis flora y Apis dorsata. Las otras dos, Apis cerana y Apis mellifera, se fueron expandiendo lentamente hacia el norte y el sur del ecuador. Por lo tanto, se vieron obligados a superar los descontentos del invierno: estaban libres de polen de alimentación y de néctares y tenían una temperatura fría durante esa estación.
El método que han desarrollado estas abejas para perdurar consiste en la elección del tipo de habitáculo para la instalación de la colonia. Si es bien elegida, la colonia vivirá años. En caso contrario, se acabarán cuando el frío llegue el primer invierno. La idoneidad del lugar de vida se basa en la habilidad de las abejas más antiguas, que son las que seleccionan.
El método seguido por las abejas en la formación de la nueva colonia se denomina apicultura. Las abejas forman el apicultor a finales de la primavera. Debido a un período de proliferación, la población de colmena aumenta considerablemente, lo que conlleva la saturación del refugio. En consecuencia, se forma una colmena.
Parece que esta superpoblación trae la puesta de las hijas de la reina. La reina más fuerte hereda una colmena ya construida. Para decidirlo primero que suelen tener es la lucha de puyas entre las jóvenes reina. Cuando la puesta de las nuevas reina está avanzada, y la primera reina, casi antes del nacimiento de su hija, se ha ido con una colonia de aproximadamente 30.000 abejas trabajadoras, con el objetivo de consolidar una nueva colonia en un nuevo refugio.
La antigua reina, con la comitiva por detrás, se aleja de la colmena en vuelo alocado. Tras recorrer una docena de metros, el apicultor se sitúa sobre la rama de un árbol o arboleda, formando un montón en forma de barba. Antes de tiempo, los exploradores salen en todas direcciones en busca del nuevo refugio. Este vuelo de exploración no llega a más de 10 km. Las abejas exploradoras son las más antiguas del colmenar (antes recogían comida para la colmena) y por tanto, las que conocen el paisaje del entorno. Sólo el 5% del apicultor.
Una vez elegida la nueva ubicación de la colmena, de un lado a otro del colmenar comienzan a volar en forma de zigzag, sacando con las alas sonidos muy variados. De este modo, indican a las otras abejas que pueden romper el montón. Bernd Heinrich, de la propia Universidad de Vermont, ha demostrado que, antes de que toda la población de la colmena comience a volar, la temperatura del conjunto aumenta hasta los 36°C (la temperatura ideal para el funcionamiento op- time de los músculos del sur).
A continuación, los exploradores se sitúan alrededor del colmenar e intentan abrir el camino a través del conjunto, vibrando las alas. Del pilo se forma un bullicio ruidoso que dará lugar al clímax al fundir la superficie firme del colmenar y desmontar cadenas formadas por abejas. Enseguida, todo el apicultor comienza a volar, llenando el aire con un chorro penetrante y miles de abejas se extienden en un vuelo nervioso.
La colmena forma entonces una niebla de 10 m de diámetro. Para guiar a las colmenas hacia el nuevo refugio, las abejas exploradoras penetran por el colmena haciendo líneas que marquen la dirección hacia el lugar elegido ocasionalmente. Al principio el apicultor va lentamente, caminando lentamente en los primeros 30 metros, pero tras unos 200 m se va acelerando, alcanzando a unos pocos metros del suelo una velocidad igual o superior a 10 km/h.
A medida que el apicultor se va acercando hacia el punto donde va a ser la colmena, las abejas exploradoras les indican que se queden. Las abejas irán cayendo por la niebla entonces formada y colocándose a la entrada del habitáculo (foso de tronco, cavidad entre raíces o alguna rama). Desde la glándula Nassanoff, situada en la parte inferior del abdomen, se liberará una ferormona congregadora.
Esta ferormona es una señal química que marca la entrada de la colmena, detectada por las abejas como olor. Esta señal hará que todas las abejas se reúnan alrededor de la cavidad. Media hora después, todos los componentes del colmenar están exentos en la nueva vivienda. Antes de que pasen muchas horas de limpieza, se empezará a construir panales o a recoger polen y nectare. La nueva colonia se ha consolidado.
La fundación de la colmena tiene muchos riesgos. Para pasar el primer invierno negro, la colonia tiene que superar una serie de obstáculos: buscar un lugar idóneo, construir una colmena de panales de cera, con un gran gasto energético, cuidar que los jóvenes pasen el invierno y acumular los suministros necesarios para una época dura. La mayoría de las colonias no lo lograrán. Tras un largo estudio de las colonias que habitan en los bosques de la zona de Ithaca (EEUU), se puede afirmar que las colonias de reciente construcción superan el 24% del primer invierno frío.
En cuanto a los ya consolidados, la tasa de permanencia era del 78%. Asimismo, se ha demostrado que si una colonia supera el primer invierno, el más crítico, puede llegar a superar otros cinco. Por lo tanto, una colonia puede vivir mucho, pero se encuentra con grandes peligros al elegir el nuevo lugar, por lo que el apicultor no puede fallar para encontrar el nuevo lugar. Cada colonia debe tomar una decisión única y seria para poder vivir varios años.