La verdad es que la meteorología no es ciencia exacta. Así lo reconocen los propios expertos, que indirectamente incluyen la palabra probabilidad en sus predicciones. Y para ello tienen una razón fundamental: la complejidad de los fenómenos.
La atmósfera es una máquina térmica gigante a la que el meteorólogo le pide que indique con precisión cuál será su evolución en un momento y lugar determinado.
Pero en esta máquina hay diferentes aspectos. Si en el entorno ecuatorial existen, por ejemplo, regímenes de viento, durante mucho tiempo se producirán situaciones meteorológicas estables, pero en el territorio en el que vivimos el tiempo es mucho más inestable; puede variar en unas horas.
La lluvia es un fenómeno fácil de explicar. Simplificando el problema, hay dos tipos de aire: el frío y el calor. El aire caliente puede contener más vapor de agua que el frío. Un metro cúbico de aire a una temperatura determinada y fija puede contener una cantidad máxima de vapor de agua. Se dice que el aire está saturado cuando tiene esa cantidad máxima.
Si la temperatura del aire caliente saturado desciende, el agua existente no puede permanecer en estado vapor (el aire no admite todo) y se condensa en numerosas gotas finas. Así se forman la niebla (cerca del suelo) y la nube (arriba). Si la temperatura baja más, las gotas finas se recogen formando más grandes y haciendo lluvia. Cuando la temperatura es más fría, las gotas finas pueden solidificarse convirtiéndose en nieve.
Para poder realizar predicciones meteorológicas, es fundamental conocer por dónde circularán las masas de aire frío y caliente. El anunciante quiere saber dónde se concentrarán el aire caliente y el frío. En este lugar, el aire caliente húmedo se enfría provocando nubes o quizás lluvia.
La nube también puede formarse de otra manera, por ejemplo, porque el aire caliente se enfría cuando sube de abajo a arriba.
En cualquier caso, la presión es muy importante para el desplazamiento del aire. La presión dependerá de dónde vayan las masas de aire. El lugar donde la presión es alta se llama anticiclón y el lugar donde es baja se llama depresión.
Parece que las masas de aire tendrían que ir desde el lugar donde hay mucha presión hasta el más bajo, pero eso sólo es cierto en el entorno del ecuador. En nuestro territorio ocurre otra cosa. Y es que teniendo en cuenta el giro de la Tierra, también actúa otra fuerza: Fuerzas de Coriolis.
Estas dos fuerzas hacen que el aire se desplace en la dirección de las líneas de igual presión. En el hemisferio norte el aire se mueve alrededor de las depresiones en sentido contrario a las agujas del reloj y en el hemisferio sur se comporta de un lado a otro.
La depresión del centro en Gran Bretaña normalmente significa: La llegada de aire húmedo por la parte atlántica y el riesgo de lluvia. El lugar donde llueve suele estar entre la depresión y el anciclón, donde la presión atmosférica cambia rápidamente. Por ello, si se observa una disminución de la presión en el barómetro (que viene acompañada de depresión), existe un riesgo de mal tiempo.
Los meteorólogos, a la hora de realizar sus predicciones, no captan la atmósfera en su totalidad como es la realidad. La atmósfera en sí es muy compleja. Los meteorólogos utilizan un modelo de atmósfera simplificado. Su objetivo es conocer el estado y evolución de los anticiclones y depresiones a través de los cálculos realizados en este modelo.
Recogen datos de todo el mundo (a veces incorrectos) y aplicando estos al modelo simplificado realizan cálculos muy largos y complicados. Sólo una decena de centros en el mundo serán capaces de realizar estos cálculos.
Con los resultados de estos centros en la mano, el meteorólogo local realiza sus propios filtraciones para anunciarlos en radio, periódico o televisión.
Los resultados en los centros no son exactos. Los modelos matemáticos calculados ofrecen descripciones con grandes lagunas que el meteorólogo de cada lugar debe interpretar con su experiencia.
Hoy en día, los meteorólogos no pueden funcionar a pequeña escala. Por la tarde hablarán por ejemplo de una tormenta, pero no en qué punto y a qué hora concreta. Por un lado, el resultado dado por los modelos matemáticos debe ser coherente con la realidad y, por otro lado, la predicción a pequeña escala (por ejemplo, para un país determinado) no debe fallar.
En el modelo simplificado utilizado por los meteorólogos, la atmósfera está dividida en cajas o cubos. En el interior de cada una de estas cajas se supone que la situación es la misma en todos los puntos; presión, temperatura, humedad, velocidad del viento, etc. son iguales.
La parte de la caja tiene una longitud de 100 kilómetros y se considera que los parámetros de su interior pueden variar ligeramente de media hora a media hora, de manera que la situación de un cubo modifica los siguientes.
Para acercar al máximo el modelo a la realidad, hay que tener en cuenta muchos factores: el relieve de la tierra (que hace que el aire suba, se enfríe), la naturaleza de la tierra (porque la luz del sol unos reflejan más que otros), la temperatura de la tierra, la humedad, la presión, etc. El modelo se complica inmediatamente si queremos que sea fiable y los cálculos son muy complicados. La única vía para facilitar los cálculos es reducir el número de cajas. Pero los cálculos de las cajas de 100 kilómetros de ventaja requieren ya los ordenadores más grandes del mundo. A la altura de la atmósfera ocupan quince cajas para realizar los cálculos, siendo las cajas cercanas al sol más finas.
Con esta distribución atmosférica, estos grandes ordenadores, como el Cray 2, necesitan media hora para calcular la predicción para un día y dos horas y media para un día.
Atendiendo a la trayectoria y experiencia acumulada hasta la fecha, se puede afirmar que en el modelo de cajas de 100 kilómetros también se falla muchas veces. En las predicciones para tres o cuatro días, el riesgo de no acertar es aún mayor y las razones para ello pueden ser diferentes. Por un lado, el modelo utilizado no es perfecto. Por otro lado, los datos en los que se basan a veces no son correctos. Las dimensiones de las cajas son elevadas y dentro de una caja pueden existir diferencias (por ejemplo, de una ciudad a otra).
El modelo utilizado normalmente no abarca todo el Mundo y está demostrado que debe abarcar todo el hemisferio norte, por ejemplo, para predecir el tiempo de Euskal Herria cuatro días antes.
Los errores se producen al principio, en los datos que se introducen en el ordenador. Hay cientos de miles de cajas repartidas alrededor del Mundo y a cada una le corresponden una docena de parámetros meteorológicos dos veces al día. De ahí los millones de datos diarios necesarios. Sin embargo, los que realmente se reciben diariamente son aproximadamente: 15.000 en superficie, 3.000 aviones, 1.500 medidas satélites, 3.000 mediciones de viento, 1.500 sondas de radio, 800 globos, 200 boyas, etc.
La recogida de datos es relativamente abundante en los países desarrollados, pero muy escasa en los países pobres y en los océanos, salvo en las líneas habituales de barcos o aviones.
Por otro lado, en lugar de redefinir inicialmente los datos básicos en cada cálculo, los expertos prefieren modificar algunos datos en función de las mediciones que reciben y basan en la situación que han calculado seis o doce horas antes.
Este cambio es bastante complejo. No basta con sustituir un valor por otro. Este nuevo valor debe justificarse con anterioridad por la existencia de errores en cualquier medida física. Por ello, el ordenador rechaza el 5% de las mediciones recibidas. Pero a veces el dato descartado puede ser correcto e importante, como en la creación de un ciclón.
No obstante, según los expertos, los pronósticos a largo plazo deberían seguir los siguientes pasos:
Pero dar estos pasos es muy caro. Si el lado de la caja es de 50 km, el número de cajas es ocho veces mayor y el tiempo necesario para realizar los cálculos. En consecuencia, el anuncio se publicaría demasiado tarde y no serviría para nada.
Sin embargo, los meteorólogos están infringiendo otras vías. A nivel mundial, por ejemplo, dividen la atmósfera en grandes cajas, pero la dividen en cajas más pequeñas que ocupan una gran ciudad. Sin embargo, la unión de los dos modelos a gran escala y a pequeña escala genera problemas.
No parece, por tanto, que las predicciones que se realizan en la situación actual para más de un par de días tengan una gran fiabilidad. Incluso dentro de dos días los meteorólogos fallan muchas veces. Esto es lo que pensamos al menos hasta que escuchamos una nueva teoría al experto de Arantzazu Pello Zabala. Y es que el meteorólogo amezketarra reconoció por radio que los propios pronósticos no fallan, el tiempo es lo que a veces se descuida. No se puede negar que sea de Fernando.