Se puede corregir la dislexia

Agirre, Jabier

Medikua eta OEEko kidea

La dislexia se define en la actualidad como una barrera que afecta al proceso de aprendizaje de la lectura y escritura, sin detectar en el niño ningún tipo de deficiencia emocional, sensorial (visual o auditiva) o intelectual. Algunas teorías sostienen que estaría relacionado con errores de orientación espacial o alteraciones de la coordinación visual. Según los especialistas, la prevalencia de esta enfermedad en la población general es del 6%, y en la población infantil, concretamente, una de cada 10 personas se encontraría afectada por la enfermedad (el número de niños suele ser el doble que el de las niñas).

¿Por qué surge la dislexia?

Se han mencionado varias teorías para explicar el origen de la dislexia. Algunos de ellos creen que en el cerebro del niño surgiría una diferencia estructural que afectaría al lenguaje. Por otro lado, existen estudios que informan de una mayor prevalencia de la dislexia entre familiares de una misma familia y que por ello la enfermedad puede tener una base genética.

¿Cómo saber si un niño tiene dislexia o no?

La dislexia no se puede diagnosticar con claridad hasta que el niño haya cumplido entre seis y siete años (y siempre de la mano de un psicólogo, logopeda o experto). Sin embargo, el desequilibrio entre la capacidad intelectual del niño y sus habilidades sobre el lenguaje escrito es ya evidente, ya que es suficiente para que tanto padres como profesores se pongan a prueba. Estos niños no pueden aprender correctamente las letras (alfabeto), no son capaces de analizar los componentes de las palabras, lo que conlleva una lectura lenta, penosa y llena de errores (comen las letras o tienen una ortografía similar, por ejemplo b y d, confunden, tienen dificultades para pronunciarse, se atascan con signos de puntuación, cuando las palabras son bastante largas o difíciles la lectura es totalmente errónea, etc.).

Por supuesto, la dislexia puede ser de distinto nivel, y no todos los niños disléxicos tienen el mismo retraso o dificultad en la escuela, pero normalmente a la mayoría les cuesta realizar tareas o tareas que requieren poner en marcha más de una destreza. Por ejemplo, y cuando los niños son más compenetrados, si se les pide una redacción, al disléxico le costará controlar simultáneamente la ortografía, la puntuación y la organización de las ideas. Necesitan más tiempo para realizar cualquier trabajo por escrito y siempre van contra el reloj para acabar las cosas con sus compañeros. Esto puede provocar frustración en el niño y por eso es tan importante que en el tratamiento posterior exista una estrecha relación entre el especialista que atiende al niño, los maestros de la ikastola y los padres.

¿El disléxico es un pico?

Ni mucho menos. Los niños disléxicos son tan inteligentes como cualquier otro niño, pero entienden las cosas de otra manera. Su estructura neurológica es diferente, pero si ofrece una estrategia y una ayuda especial para afrontar su proceso de aprendizaje sin miedo, son capaces de compensar, recuperar y resolver muchos problemas. La dislexia no es una enfermedad en el sentido estricto de la palabra, aunque antes he escrito lo contrario, sino una forma diferente de aprender. Y aceptar estas dificultades o diferencias depende en muchas ocasiones de la actitud de los padres. Al principio los padres se encuentran tan perdidos como el niño, pero hay que tener paciencia, intentar comprenderlo y nunca pedir al niño más de lo que puede conseguir con su máximo nivel de esfuerzo.

Importancia del diagnóstico

Los niños disléxicos son tan inteligentes como cualquier otro niño, pero entienden las cosas de otra manera.

La herramienta más básica es la detección precoz para lograr un buen nivel de recuperación y evitar el fracaso escolar. Los logoterapeutas saben perfectamente que no hay dos niños disléxicos iguales. Por ello, y una vez fijado el diagnóstico de la dislexia, se recomienda un tratamiento personalizado, que conviene realizar la semana antes de los nueve años, ya que con el paso del tiempo también se consolidan los hábitos y costumbres del niño y la corrección de las dificultades resulta mucho más difícil.

La dislexia nunca se curará del todo, ahí está dentro, como en la letargo, pero hoy en día con el tratamiento adecuado se puede mejorar y corregir mucho. No se puede hablar de un patrón universal porque cada caso tiene sus propios matices, pero casi siempre se utilizan ejercicios de coordinación motriz y motricidad, ejercicios de separación de letras con formas y sonidos similares, ejercicios y juegos para resolver problemas de lateralidad o diferenciar conceptos como izquierda/derecha o arriba/abajo.

Como confirman los últimos estudios, dos de cada tres niños disléxicos suelen tener transtornos de carácter y comportamiento. Mª Victoria Carretero Díaz, psicopedagoga especialista en lenguaje infantil, considera que “muchos de estos niños son rebeldes, inseguros, tímidos o tímidos. No tienen ninguna confianza en sí mismos y se sienten frustrados. Por ello, la actitud de la familia es muy importante. Si los que tienen más cerca no les ayudan, también pondrán en duda sus posibilidades y posibilidades y los niveles de seguridad y autoestima, que ya eran bastante débiles, seguirán siendo más bajos.

Deberes para padres

Algunos sencillos consejos para afrontar la dislexia en casa:

  • Prestar más atención a los esfuerzos del niño que al rendimiento que obtendrá. La dislexia genera una gran inseguridad en el niño, de ahí la importancia de reconocer y valorar los esfuerzos y pequeños éxitos del niño para aumentar su nivel de confianza.
  • Leer sus libros junto con el niño para que el proceso de lectura sea una aventura interesante y agradable.
  • Ofrecer muchos ejercicios y repeticiones. El niño tiene que actuar una y otra vez, aunque sea con las cosas más sencillas.
  • Dejar de lado las comparaciones, sobre todo con sus hermanos y amigos.
  • Nunca dejes al niño ridículo por sus errores, ni que se hayan considerado como un vago o un torpe (porque no), ni mucho menos ante otras personas.
  • Fortalece y consolida su autonomía personal. Los disléxicos no requieren una sobreprotección de los padres.
  • No dramatizar ni sacar del tamaño el problema. El niño puede contagiarse con la angustia de sus padres, y contagiarlo innecesariamente.
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