La Mesa Redonda se celebró en el Salón de Actos de la Asociación, y ante la presencia de numerosos asistentes interesados, contó con la presencia de los siguientes especialistas y expertos, que abordaron como tema general: Hepatitis C: criterios diagnósticos y terapéuticos.
El moderador fue el Dr. Miquel Bruguera Cortades, miembro de la Asociación de Hepatología y presidente de la Asociación de Médicos de Barcelona.
Los ponentes fueron:
Recogiendo de alguna manera lo dicho en la mesa redonda, a continuación ofrecemos una última especie de revisión sobre la hepatitis C. Gracias a García Bengoechea por su colaboración.
En la década de los 80 se utilizó la denominación “no -A, no -Hepatitis B” para las hepatitis originadas tanto por el virus A como por el virus B, ya que según el resto de datos el agente generador era un virus. En 1969 M. Los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por un grupo dirigido por Houghton en California (EEUU) fueron expuestos al público y permitieron caracterizar el virus creativo (denominado virus C), así como la posibilidad técnica de buscar anticuerpos en sangre para detectar personas portadoras del virus. Esto permitió a partir de 1990 la puesta en marcha de programas de screening entre donantes de sangre, evitando así las hepatitis por transfusiones.
La incidencia actual (número de infecciones) es baja (se estima entre 1 y 3 casos por 100.000 habitantes y año), pero se sigue diagnosticando a menudo a pacientes con hepatitis C, de los que la mayoría lleva años con infección sin saberlo. La mayor parte de los casos de hallazgos se producen en la realización de análisis de sangre convencionales o con fines de donación de sangre. El virus de la hepatitis C (en adelante CHB) se considera actualmente responsable del 50% de las enfermedades hepáticas (70% del total de las hepatitis crónicas, 40% de las cirrosis, 60% del carcinoma hepatocelular, 30% de los trasplantes hepáticos).
No hay grandes diferencias entre países, pero aunque los datos no son absolutos, parece que en los países del sur de Europa occidental hay más personas infectadas que en los países del norte. A partir de la prevalencia, es decir, del porcentaje de afectados en un momento dado, se extraen habitualmente, mediante estimación, las cifras de portadores de la infección. En nuestra zona, entre un 2% y un 2,5% de la población puede sufrir infección (de ahí la cifra de 50.000 personas infectadas inicialmente). Según estudios recientes realizados en EEUU, el 1,8% de la población tiene anticuerpos contra el CHB (por lo tanto, ha tenido contacto con el virus) y tres cuartas partes de la misma sufre infección activa. En base a este dato, se estima que en todo el mundo hay 150 millones de personas afectadas, y como ya se ha comentado, cerca de 50.000 en la CAPV.
La transmisión de la hepatitis C se produce principalmente cuando la sangre infectada entra en circulación del receptor. Por tanto, hay que pensar que las formas de contagio están relacionadas con la sangre o tejidos humanos infectados. En el resto de fluidos corporales (como orina, semen, fluidos vaginales, etc.) no se ha encontrado normalmente un virus, por lo que de momento no se consideran vías de transmisión.
Dado que el virus se transmite casi exclusivamente por vía sanguínea, las formas más habituales de contagio (y por tanto susceptibles de ser consideradas como procedimientos de riesgo) son las siguientes: el consumo de drogas intravenosas cuando se comparte material, las transfusiones de sangre realizadas antes de 1991 (en la actualidad el riesgo de la hepatitis C es casi 0%), las técnicas de perforación cutánea con cualquier material potencialmente contaminado (por ejemplo, el piercing, o cualquier tatuaje) o cualquier procedimiento médico mal utilizado.
También se puede transmitir de madre a hijos (se estima que estos casos son el 5% en la actualidad): se produce en el momento del parto o en los momentos inmediatamente anteriores al parto.
Los tratamientos están dirigidos a hepatitis crónicas.
A finales de la década de los 80 se llevó a cabo la primera investigación para demostrar la efectividad del interferón en hepatitis C (la enfermedad aún no se llamaba hepatitis A, no B). Este primer ensayo tuvo buenos resultados. Durante la década de los 90 se ha continuado utilizando el interferón como tratamiento relativamente estándar de la hepatitis C y en pacientes tratados en 6-12 meses se ha conseguido curar la infección en un 15-20% de los casos.
En los últimos años se ha tratado también otro medicamento (llamado Ribavirina) que parece estar en el mercado de forma inmediata y que cuando se combina con interferón, entre el 30 y el 90% de los casos se resuelven.
Por el momento no hay ningún otro tratamiento, premiado con la garantía suficiente, que pueda suponer su utilización en un corto periodo de tiempo. Los tratamientos anteriormente mencionados son largos (5-12 meses), bastante incómodos y con efectos secundarios.
Se han caracterizado 5 tipos de virus (y por tanto bien separados e identificados) capaces de producir hepatitis: Virus A, B, C, D y E. Todas son diferentes. La forma de contagiarse varía de unos a otros, y para diferenciarse es un dato muy importante su capacidad para producir una enfermedad crónica, es decir, un daño irreversible (cirrosis) en su evolución. Mientras que los virus A y E sólo pueden causar hepatitis aguda, los virus B, C y D, además de la hepatitis aguda, también pueden producir hepatitis crónica.
Se pueden capturar todos los tipos de virus, ya que los virus son diferentes. Por lo tanto, la inmunización que queda después de una hepatitis sólo impide en la mayoría de los casos la transmisión de la misma clase de hepatitis.
Conviene saber que la mayoría de las hepatitis crónicas producidas por los virus B o C van casi sin dar síntomas y se encuentran a menudo inesperadamente en análisis.
Uno de los hábitos o comportamientos de una persona es el que puede convertir la hepatitis crónica en cirrosis hepática: tomar bebidas alcohólicas. Por tanto, en estos casos el alcohol está totalmente prohibido.
Existen vacunas para prevenir las hepatitis A y B. La vacunación de la hepatitis B se realiza de forma sistemática en los centros escolares de la actualidad (medida muy recomendable). En un documento recientemente publicado por la Asociación Española del Hígado recomienda la vacunación general de la hepatitis A, teniendo en cuenta la existencia de una vacuna “doble” que permite la inmunización contra las dos hepatitis.
El estudio abarca varios aspectos en la actualidad en torno a la hepatitis C, siendo el virus C el principal objeto de estudio: la agresividad, o la forma de escapar de las defensas humanas, o la sensibilidad al tratamiento, algunos de los puntos que se están investigando. Sin embargo, la ausencia de modelos experimentales (sólo el hombre y el chimpancé se infectan con el virus C) y la escasa reproducción “in vitro” son dificultades importantes para luchar contra la hepatitis causada por el virus C.