Para dar respuesta científica a estas preguntas se creó el programa SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence). Este programa es ahora más conocido desde que se realizó la película “Contact” de Hollywood, basada en el libro del mismo nombre del investigador y escritor Carl Sagan.
Jill Tarter, científico que utilizó Sagan para crear su propio protagonista, resume así el objetivo del programa SETI: “Estamos tratando de hacer un experimento sobre nuestra tecnología de anticuado para creer que podemos escuchar la señal de la tecnología remota con radiotelescopio”.1
En definitiva, las civilizaciones extraterrestres, aunque existen, pueden utilizar como nosotros ondas electromagnéticas para transmitir datos. Entonces, tenemos que hacerlo como buscamos un programa de radio en nuestra radio de casa: encontrar la frecuencia del emisor. Por debajo de un GHz, nuestra galaxia, la Vía Láctea, emite demasiado “ruido” (radiación sincrotónica). Por encima de los 10 GHz, las moléculas de la atmósfera absorben las ondas. Entre 1-10 GHz (longitud de onda entre 3 y 30 cm) es lo que el ser humano puede oír. En este rango se encuentran las longitudes de onda de hidrógeno (H) y hidróxido (OH), abundantes en el Universo. Puede pensarse, por tanto, que los alienígenas pueden utilizar estas dos longitudes de onda.
En septiembre de 1959 se publicó en la revista Nature el artículo Searching for Intererstellar Communications. Los físicos Giuseppe Cocconi y Philip Morrison explicaron cómo se pueden utilizar los radiotelescopios para recoger las señales de las civilizaciones extraterrestres.
En la última parte del artículo se ve claramente que Cocconi y Morrison sospecharon que su propuesta iba a recibir críticas: “Los lectores pueden pensar que estas especulaciones son de ciencia ficción (...) Medir la probabilidad de éxito es difícil, pero si no lo hacemos, la probabilidad de éxito será cero”.4
En 1960, sin conocer la propuesta de Cocconi y Morrison, Frank D. El astrónomo Drake seleccionó en Green Bank, el Observatorio National Radio Astronomy de Virginia, las estrellas Epsilon Eridani y Tau Ceti, a once años-luz, para intentar localizar las transmisiones de radio. Le llamó “Proyecto Ozma” en honor al imaginario Oz. Sólo encontraron la señal de un avión espía U2, pero el proyecto abrió la puerta a la búsqueda sistemática.
En 1961, en el primer acto de la National Academy of Sciences (NASC), con motivo de la conferencia de SET, Drake desarrolló la ecuación que lleva su nombre. Con esta ecuación se mide la cantidad de civilización tecnológica que puede haber en la Vía Láctea, aunque también puede utilizarse para todo el Universo.
En definitiva, teniendo en cuenta los datos que conocemos, la ecuación se mueve en el campo de la hipótesis, como se utiliza la ecuación, ya que se pueden obtener datos diferentes (ver tabla adjunta). Hay otro problema: ¿Vives fuera de la Tierra, o sólo está en la Tierra, porque es algo muy curioso?
Para dar esperanza a los investigadores del SET hay una teoría expuesta por los científicos Charles Darwin, Oparin o Haldane y experimentada en 1952 por Stanley Miller y Harold Urey de la Universidad de Chicago. Esta teoría propone que, debido a la energía de la atmósfera de la Tierra, se formaron moléculas orgánicas simples. Éstas, mediante otras reacciones químicas, se convirtieron en moléculas más complejas hasta obtener la primera molécula autoproliferativa.7
Además, tras la observación de microondas, en el espacio interestelar se han encontrado moléculas pluriatómicas, muchas de ellas orgánicas. Los científicos creen que estas moléculas generan polvo en las nubes interestelares.
Por otro lado, Fred Hoyle y Chandra Wickramasing consideran que el material orgánico que provocó la evolución fue transportado desde el espacio ocupado por cometas y meteoritos a la Tierra.9
Carl Sagan, para demostrar que la vida no es tan rara, inventó el principio de “aceptar la mediocridad”. Según esto, la Tierra es un planeta normal, por lo que puede haber otros muchos como la Tierra. Esto no quiere decir que haya una vida como la de la Tierra, ya que la vida es universal.
Estos y otros descubrimientos sorprendentes tanto en la Tierra como en el espacio (por ejemplo, los microbios fósiles del meteorito venido de Marte) han abierto un nuevo campo biológico: la bioastronomía o la investigación de la vida fuera de la Tierra.
En la década de 1960 los rusos dominaron el programa SETI. Científicos tradicionales de la República Soviética utilizaron antenas omnidireccionales para investigar grandes áreas celestes.
A principios de los años 70, los miembros del Ames Research Center de la NASA (Mountain View, California) iniciaron sus investigaciones con la ayuda de un grupo externo, bajo la dirección de Bernard Olivier, de Hewlett Packard Corporation. Se trataba del Proyecto Cyclops, base del posterior proyecto SETI.
Posteriormente, en los últimos años de la década de los 70, el Ames Research Center (AMC) y el Jet Propulsion Laboratorio (JPL) de la NASA (Pasadena, California) acogieron varios programas SETI. En AMC desarrollaron el programa “Target Search”, que investigó mil estrellas como el Sol. Por su parte, en JPL comenzaron el programa “Sky Survey” para encontrar señales en el cielo.
Mientras los equipos del DNA trabajaban, Paul Horowitz, de la Universidad de Harvard, fabricó un aparato llamado “Sentinel” capaz de analizar 131.000 canales por segundo. Posteriormente, en colaboración con la Planetary Society de Carl Sagan, Horowitz desarrolló la META (Million Channel ExtraTerrestrial Assay) para investigar 8 millones de canales por segundo. Al mismo tiempo, los equipos de la NASA hicieron otro sistema como META: MCSA (Multi Channel Spectrum Analizer).
La información que reciben estos sistemas produce mil millones de bits, lo que debe ser investigado inmediatamente. Según el astrofísico y miembro del SET de la Universidad de Zaragoza, Miguel Ángel Sabadell, “los científicos del SET han tenido que desarrollar algoritmos y microchips VSLI (Very Large Scale Integration)”.12
El 12 de octubre de 1992 el DNA desarrolló su proyecto más ambicioso tras 15 años de investigación y 58 millones de dólares invertidos: HRMS (High Resolution Microwave Survey). Según el director del programa, John Billingham, “en los primeros minutos hemos hecho más observaciones que hasta ahora”.13
Pero un año después, el Congreso estadounidense decidió no conceder más ayudas económicas. En la actualidad, el proyecto HRMS sigue vivo a través de ayudas privadas bajo el nombre de “Proyecto Phoenix”. El 2 de febrero de 1995 se inició la investigación del radiotelescopio de 64 metros de diámetro del Parque en Australia. Los trabajos concluyeron el 6 de junio y se trasladaron desde Australia a Arecibo, Puerto Rico, donde se encuentra el mayor radiotelescopio de 300 metros de diámetro del mundo. Según los primeros planes del DNA, la fase de observación del Proyecto Phoenix finalizará en el año 2001. Ahora, sin ayudas públicas, el equipo de Phoenix debe conseguir 3 millones de dólares anuales para seguir trabajando.
El 30 de octubre de 1995, Planetary Society y Horowitz prepararon el proyecto BETA (Billion channel ExtraTerrestrial Assay). Micron Technology, Intel, MicroDevices o Hewlett Packard ofrecieron apoyo tecnológico para analizar mil millones de canales por segundo.
Además, la Universidad de Berkeley y la Asociación Planetary Society están inmersos en el proyecto SERENDIP y en el telescopio de Arecibo.15
SET, como se puede ver, ha generado muchos proyectos. Dentro del SET hay dos entidades: SETI Institute y SETI League. Aunque sean diferentes, sus relaciones son sólidas y estrechas.
SETI Institute nace del equipo desarrollado por el DNA, cuando el Congreso suspendió la subvención. Ahora, con financiación privada, trabajan en el Proyecto Phoenix. Para ello utilizan las últimas tecnologías. Frank Drake y Tom Pierson son el presidente y el director respectivamente.
Por su parte, SETI League es una asociación mundial de radioastrónomos. La base de esta asociación es el Proyecto Argus: investigar todo el cielo buscando una señal. Para ello se utilizan equipos fabricados en caso16. H. Paul Shuch es el director de SETI League y el presidente Richard Factor.
Además, según los miembros del SET, además de buscar señales extraterrestres, los proyectos SETI tienen otros beneficios. Para detectar el cáncer, la Universidad de South Florida, en palabras de Seth Koshtak, utiliza los algoritmos inventados por los del SET. En opinión de otro miembro de SETI League, Richard Tyndall (rtyndall@juno.com), sus experimentos ayudan a mejorar las telecomunicaciones en el campo de la radiotecnología. Según Amanda Baker, coordinadora general de la SETI League francesa (abaker@cea.fr), el equipo utilizado en el Proyecto Phoenix permite encontrar nuevas galaxias.
Además de escuchar se han enviado mensajes. El 16 de noviembre de 1974, desde Arecibo se transmitió un mensaje a una frecuencia de 3.280 MHz y dirigido al grupo M13. El mensaje era de 1.679 bits y contenía información sobre química, biología, sistema solar y humanos.17
Por otro lado, las sondas Pioneer 10 y Pioneer 11 llevan una placa de oro con una imagen humana e información sobre el estado del Sistema Solar. Estas sondas son máquinas realizadas por los primeros seres humanos que han salido del Sistema Solar.
¿Y qué pasa si recibimos una señal? Miguel Ángel Sabadell (mas@geophysica.unizar.es) considera que antes de dar respuesta, “para la detección hay que utilizar el protocolo de 1992, es decir, las asociaciones internacionales tienen que estar de acuerdo para enviar el mensaje. Sin embargo, teniendo en cuenta los grandes intervalos espaciales, las conversaciones no son muy ágiles”.
N = R * fp * ne * fl * fi * fc * L
Para saber más sobre esta ecuación, se puede leer el libro “Communication with Extraterrestrial Intelligence” de Carl Sagan. Este libro recoge la memoria de la reunión de Moscun ceti celebrada en 1971.18